Sábado, 22 de Noviembre de 2025
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OPINIÓNRed Special: la guitarra que Brian May tuvo que inventar
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Rafael García-Purriños

Red Special: la guitarra que Brian May tuvo que inventar

 

En la historia del rock ha habido guitarras legendarias: Number One de Stevie Ray Vaughan, Lucille de B.B. King, la Blackie que tocó Eric Clapton desde 1973 a 1985, o la Brownie con la que grabó Layla. Está Greeny, de Peter Green, Old Black de Neil Young, la extravagante Cloud, de Prince, la célebre 0001 de David Gilmour, Lucy, de George Harrison; The Log, la precursora de Les Paul; Micawber, de Keith Richards; Old Faithful de Chuck Berry; Frankenstrat, el experimento de Eddie Van Halen; o The Duck, del vertiginoso Yngwie Malmsteen, entre otras, todas con origen en talleres profesionales o luthiers reputados. Pero los instrumentos legendarios no siempre nacen en fábricas ni en manos de artesanos prestigiosos.

 

[Img #11000]Mucho antes de que Queen conquistara el mundo, en 1963, un adolescente, que años después acabaría siendo doctor en astrofísica, descubrió que con su guitarra acústica no podía tocar los sonidos que tanto le fascinaban. Y no podía permitirse la guitarra eléctrica que necesitaba.

 

Si hubiera podido comprar una Fender o una Gibson, quizá el rock sería hoy distinto. Sin una voz cálida, resonante, capaz de sostener armónicos imposibles y de responder cuando la hiciera vibrar con una moneda de seis peniques, para lograr ese ataque brillante, metálico y único.

 

Pero la necesidad, junto con la visión y determinación de la misma mente que años más tarde escribiría una tesis sobre el polvo interestelar, empezó a observar, calcular y diseñar una guitarra que nadie más había imaginado.

 

No lo hizo solo. A su lado estaba su padre, Harold, ingeniero electrónico y dibujante técnico, experto en convertir ideas en objetos reales. Entre los dos construyeron un instrumento único e irrepetible. Tardaron un año entero en hacerlo.

 

Con maderas rescatadas de una chimenea victoriana que sus dueños iban a tirar a la basura, piezas recicladas de una bicicleta, una motocicleta, botones de la caja de costura y hasta una aguja de ganchillo, construyeron la Red Special: una guitarra que solo existió porque ellos dos decidieron crearla. Incorporaron innovaciones como el puente de rodillos, el traste cero, y un ensamblaje para el que emplearon un cortaplumas, que con el tiempo se convertiría en un símbolo entre los fans de Queen.

 

Aquel instrumento bonito, rojo, vibrante —un color logrado con barniz casero para muebles, aplicado a mano, sin pensar jamás en lo icónico que se volvería— se convertiría en la voz inconfundible de Brian May, y entraría en la historia del rock.

 

El mástil tallado a mano durante meses surgió de un bloque de caoba que Brian pulió con la paciencia de quien sabe que el sonido futuro depende de cada milímetro. En su parte trasera aún pueden verse pequeños arañazos hechos por los gatos de la familia, que entraban y salían del cuarto mientras la guitarra tomaba forma. El alma del mástil —la barra que mantiene la estabilidad— salió de una lámina de acero recuperada de una motocicleta. Todo se inventaba, se diseñaba, se adaptaba, se creaba.

 

Harold aportó el diseño del trémolo, un sistema de vibrato que no existía en ningún otro modelo. Lo construyeron con un muelle de motocicleta, dos cuchillas metálicas diseñadas en casa y una palanca hecha con la varilla de un soporte de bicicleta. Era ligero, preciso y, sobre todo, permitía un vibrato vocal, expresivo, profundo: la firma sonora del guitarrista de Queen.

 

Los primeros ensayos revelaron algo inesperado: la Red Special producía un feedback limpio, sostenido, controlable. Un aullido perfecto. Brian lo recuerda como un momento revelador: “supe que esta era mi guitarra”. Ese feedback sería fundamental en solos como Brighton Rock, donde Brian literalmente “dialoga” con su propio sonido.

 

Las pastillas Burns Tri-Sonic, modificadas por Brian, se conectaron con un sistema de conmutación que permitía combinaciones que ninguna guitarra ofrecía entonces: una gama tonal que convertía su sonido en una especie de orquesta eléctrica en miniatura. Por eso, en canciones como Bohemian Rhapsody, donde suena una “sección” de guitarras, todas son la Red Special multiplicada por su ingenio. Ni una guitarra más entró al estudio.

 

Y todo esto para ser tocado con una moneda a modo de púa. Una decisión que hacía cantar los armónicos, definía los ataques e introducía una suavidad íntima, casi humana. No era extravagancia; era ciencia aplicada al rock.

 

Con el paso de los años, esa guitarra se convirtió en un símbolo. Acompañó a Brian en Smile, y luego en Queen. Fue restaurada, cuidada, reforzada, pero nunca reemplazada. Es su voz, su identidad, su vínculo con aquel adolescente que soñaba con estrellas y escalas pentatónicas, y con aquel padre que, sin pretenderlo, estaba ayudando a su hijo a construir no solo una guitarra, sino un futuro.

 

Una auténtica lección de cómo la creatividad hace frente a la escasez, de cómo la imaginación puede transformar materiales modestos en arte inmortal, y del poder de un padre y un hijo cuando construyen algo juntos.

 

Cuando el modelo que buscas no existe, cuando nadie fabrica el sonido que escuchas en tu interior, cuando el dinero no alcanza para hacer realidad tu sueño…

 

Lo puedes crear tú.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

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