
Cuando pensamos en los efectos del turismo en las ciudades, a menudo nos centramos en los aspectos económicos o ambientales. Pero hay otra dimensión menos visible en el eje social, la que afecta la salud y el bienestar emocional de las personas. El estrés turístico no es un fenómeno nuevo, pero aún es poco conocido y entenderlo es clave para avanzar hacia modelos turísticos más sostenibles y equilibrados, que tengan en cuenta no solo la satisfacción de los visitantes, sino también la calidad de vida de quienes conviven con ello. El estrés puede definirse como “la relación particular entre una persona y su entorno que comporta la percepción de que se excede su capacidad para hacer frente a una situación a partir de sus propios recursos y que pone en peligro su bienestar”. Sin embargo, no es fácil identificar cuándo aparece entre los individuos, ni en qué grado de intensidad. La dificultad radica en su carácter multidimensional y en el hecho de que los actores causantes pueden ser múltiples y estar interrelacionados entre sí.
¿Forma parte el turismo de estos elementos causantes del estrés en las personas residentes en nuestras ciudades? Aunque la intuición nos hace responder afirmativamente esta pregunta, en realidad no tenemos la certeza. La sensación de malestar que acompaña los impactos del turismo no siempre es técnicamente equiparable a una situación de estrés con afectaciones sobre la salud mental y física. Además, no todas las personas tienen la misma predisposición a convertir estas molestias en situaciones de estrés. La personalidad, la relación con el turismo o la capacidad de adaptación condicionan la percepción del estrés. Los científicos explican que hay dos aspectos que, de aparecer simultáneamente, permiten hablar de estrés: la continuidad en el tiempo y la sensación de que la situación sobrepasa las posibilidades de los individuos de hacerle frente por sí mismos. Es decir, cuando la situación se percibe como incontrolable y constante el estrés se intensifica. ¿Y cuáles son las consecuencias cuando la presión turística continuada se transforma en cuadros de estrés? En general, el estrés incide en diferentes dimensiones del bienestar, las cuales tienen diferentes derivadas en la calidad de vida o incluso en la felicidad de los individuos. La dimensión material se asocia al aumento de la insatisfacción con las condiciones de vida; la dimensión comunitaria incide en el sentimiento de pertenencia; la dimensión social hace disminuir la sensación de seguridad y confianza con la comunidad donde se vive y la dimensión emocional hace aparecer síntomas de fatiga y desgaste emocional.
¿Qué sabemos sobre la relación entre el estrés y el turismo en nuestras ciudades?
Actualmente, existen muy pocos estudios que aborden la problemática del estrés turístico en las ciudades españolas. Se trata de un déficit importante, dado que analizar el estrés a partir de datos empíricos puede facilitar enormemente la gestión del turismo y la sostenibilidad. Con el objeto de cubrir estas carencias, el grupo de investigación NOUTUR de la UOC, adscrito al centro UOC-DIGIT, ha analizado el estrés turístico a través del proyecto de investigación “Turismo, estrés y bienestar. Una mirada desde las comunidades locales de ciudades turísticas”, tomando como casos de estudio las ciudades de Barcelona y Madrid. En este estudio se preguntaba a una muestra de 1.000 personas residentes en barrios turistificados y haciendo uso de entrevistas en profundidad, cuál era su sensación de estrés derivada de la presencia de pisos de alquiler turístico y cómo era su respuesta emocional ante este fenómeno. Un primer grupo de resultados identifica las causas que están asociadas a la aparición de estrés. Cerca del 50% de los residentes declaran tener algún síntoma de estrés, de acuerdo con la definición previa de este concepto. No obstante, los factores causales no apuntan solo al uso turístico, sino que se relacionan con la problemática global de la vivienda, la cual se percibe como un problema cronificado en las ciudades que afecta la calidad de vida de las personas que residen en ellas.
El estudio ha permitido también identificar qué perfiles de personas son más y menos sensibles al estrés. Existen diferencias significativas de carácter sociodemográfico, pero también intervienen los factores geográficos. Por ejemplo, en comparación con Madrid (31%), las personas residentes en Barcelona tienen más sensación de sufrir estrés por la presencia de viviendas de uso turístico (45%), mientras que los participantes que viven en barrios más turistificados manifiestan sentirse más estresados que la media de la población residente. De manera similar, se identifican algunas diferencias de carácter psicosocial. El estudio identifica dos factores diferenciadores que obedecen a este ámbito: la centralidad percibida del estrés y la sensación de control del estrés. La centralidad indica hasta qué punto se asimila la problemática de los pisos de alquiler turístico en la vida diaria de la persona y la relevancia personal que tiene. La sensación de control, en cambio, refleja la fortaleza personal y actitudinal para hacerle frente. Los participantes que perciben el estrés turístico como más central en su vida y que lo ven como un hecho incontrolable tienen una respuesta emocional más negativa y una actitud de impotencia más acusada comparados con los participantes donde el estrés representa una preocupación menos importante o que lo perciben como un problema controlable.
Finalmente, el tercer tipo de resultados hace referencia a las estrategias que las personas residentes utilizan para reducir o evitar el estrés. El estudio pone de manifiesto la coexistencia de dos estrategias de gestión del estrés que coinciden con lo que predice la teoría. Las personas residentes en Barcelona que fueron entrevistadas manifiestan tanto estrategias enfocadas al problema como enfocadas a las emociones. Las estrategias enfocadas al problema se activan cuando la persona cree que puede incidir directamente. Por ejemplo, participar en movimientos vecinales, colaborar con iniciativas para regular el turismo o hacer activismo de protesta permiten aliviar el estrés, dado que refuerzan el sentimiento de control sobre la problemática y reducen el malestar que genera. Las estrategias enfocadas a las emociones aparecen cuando el problema se percibe como inabarcable. En este caso, se buscan mecanismos para reducir la carga emocional personal, como por ejemplo relativizar el conflicto, buscar apoyo social o adoptar pensamiento positivo.
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Apostar por un turismo emocionalmente sostenible
En un contexto en el que las nuevas movilidades y la intensificación del fenómeno turístico predomina en las ciudades en el futuro, el estrés turístico puede ir a más. Si se consolida como una afección crónica urbana, puede llegar a tener derivadas sobre la salud de las personas. Para reducir esta afectación podemos encontrar ejemplos en ciudades que han abordado el problema del estrés. Medidas como incrementar los espacios verdes y de naturaleza, reducir el ruido ambiental y pacificar el tránsito de vehículos, hacer ciudades para peatones donde las distancias cotidianas sean a dimensión humana (a 20 minutos de distancia), diseñar las ciudades para las comunidades con uso de plazas y espacios públicos y diseño de espacios colectivos, mejorar la experiencia sensorial con el entorno (iluminación, arte urbano, uso de materiales amables) o bien integrar la salud mental dentro del diseño urbano de rebote, también pueden incidir en la mejora de la actividad turística. Y a la inversa. Dada la importancia del turismo en la ciudad contemporánea, avanzar hacia un turismo emocionalmente sostenible debe permitir también hacer intervenciones que incrementen la sensación de bienestar para el conjunto de la ciudad. Medidas como escuchar a las comunidades locales, medir la saturación percibida y diseñar políticas que pongan el bienestar de las personas en el centro pueden permitir diseñar ciudades donde el turismo sea una fuente de convivencia y no de estrés.



