Sábado, 13 de Diciembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNContra Putin y su quinta columna: el legado de Churchill y Juan Pablo II ¡No tenemos miedo!
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Rubén Darío Torres Kumbrián

Contra Putin y su quinta columna: el legado de Churchill y Juan Pablo II ¡No tenemos miedo!

 

Cuando Juan Pablo II pronunció en Varsovia, en 1979, aquel “No tengáis miedo”, no estaba formulando un lema espiritual, sino la primera cuña estratégica en el andamiaje psicológico del bloque soviético. Fue una afirmación subversiva, una llamada a quebrar el terror que sostenía al régimen. Su eco hizo más por resquebrajar el Muro de Berlín que muchas cumbres diplomáticas combinadas.

 

Hoy Europa vuelve a enfrentarse a un desafío de naturaleza similar: un poder autoritario que vive de destruir nuestra confianza, nuestra moral interna y nuestra cohesión. La diferencia es que Moscú ya no necesita divisiones acorazadas cruzando fronteras para penetrar en el corazón europeo; le basta con explotar nuestras fracturas políticas internas y convertirlas en armas.

 

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La nueva quinta columna: falsa neutralidad, extremismos y antipolítica

 

Que la extrema derecha, la extrema izquierda, ciertos independentismos y las corrientes antisistema de distintos países europeos sean permeables —consciente o inconscientemente— a la estrategia rusa no es una opinión aislada ni una exageración retórica. Es el diagnóstico que llevan años exponiendo instituciones europeas, servicios de inteligencia y think tanks especializados en seguridad híbrida.

 

En la penetración narrativa, Rusia se beneficia de actores que, presentándose como “pacifistas”, “patriotas”, “soberanistas” o “antiglobalistas”, reproducen los marcos discursivos del Kremlin:

 

  • Occidente “provoca” a Rusia.
  • La OTAN es “expansionista”.
  • Las democracias liberales son “decadentes”.
  • La defensa europea es “belicista”.
  • Ucrania “no merece apoyo”.

 

Estos mensajes no nacen en redes marginales: están alineados con documentos oficiales del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso y con campañas señaladas por la East StratCom Task Force de la UE.

 

El interés ruso en amplificar el desorden está demostrado- Los servicios de inteligencia europeos coinciden: el Kremlin no busca imponer ideologías, sino incrementar la fragmentación política, erosionar la confianza ciudadana y generar caos institucional. Exactamente lo que hicieron los totalitarismos europeos del siglo XX.

 

La enseñanza de Churchill

 

Cuando Churchill ordenó detener a Oswald Mosley y a la Unión Británica de Fascistas en plena guerra, no lo hizo por afinidades ideológicas, sino por algo más simple y duro: en tiempos de amenaza existencial, la seguridad nacional no se discute.

 

Hoy Europa no está —todavía— en esa fase. Pero sí está en otra igual de decisiva: la necesidad de identificar con claridad quién empuja hacia dentro las mismas grietas que Putin intenta abrir desde fuera.

 

Putin: un sincretismo ideológico al servicio de un proyecto imperial

 

El régimen ruso actual no es comunista, ni zarista, ni fascista, ni nacionalista al estilo clásico. Es una hibridación tóxica —un sincretismo— que toma del estalinismo el culto al líder y la represión, del fascismo la movilización identitaria y la deshumanización del enemigo, y del capitalismo mafioso el control económico oligárquico.

 

Es, en el fondo, una ideología de poder absoluto, diseñada para un único objetivo: garantizar la supervivencia del régimen y expandir su influencia destruyendo las democracias europeas.

 

Rusia —el país, la historia, la cultura, la sociedad— no es el enemigo. El enemigo es la maquinaria político-mafiosa que las oprime.

 

El pueblo ruso forma parte de las víctimas. Millones de rusos preferirían vivir en un Estado de derecho. Muchos han huido. Otros están en prisión. La sociedad civil ha sido aniquilada. Los medios independientes, borrados. La disidencia, encarcelada o exiliada. Nadie vota libremente en Rusia desde hace décadas.

 

Putin ya no disimula: la amenaza de guerra convencional

 

Durante años Europa ha padecido la guerra híbrida: ciberataques, campañas de desinformación, injerencia electoral, presión energética, instrumentalización migratoria, sabotajes industriales. Pero en 2024–2025 Moscú ha entrado en una fase abiertamente coercitiva:

 

  • Amenazas explícitas a Estados miembros de la UE.
  • Simulacros nucleares dirigidos contra Europa.
  • Incrementos de producción militar sin precedentes desde 1989.
  • Declaraciones oficiales que contemplan “conflictos directos” con la OTAN.

 

Europa ya no puede fingir que vive en paz. No estamos en guerra, pero Putin actúa como si estuviéramos en vísperas de ella.

 

Europa y España: reconstruir la moral estratégica

 

Una democracia fuerte no necesita copiar a las dictaduras; necesita defenderse mejor:

 

1.- Nombrar la amenaza: Rusia, bajo Putin, es un poder revisionista, hostil y dispuesto a usar la fuerza.

2.- Cerrar la puerta a la infiltración narrativa: Quien difunda mensajes alineados con los intereses rusos debe ser identificado, fiscalizado y desmontado públicamente, siempre dentro del marco constitucional.

3.- Defensa europea real: Reforzar capacidades industriales, defensa aérea, reservas estratégicas, interoperabilidad. España, con su tradición atlántica y su posición geoestratégica, debe estar en primera línea.

4.- Unidad política en lo esencial: En materia de seguridad nacional, Europa necesita recuperar el espíritu de Churchill: no hay neutralidad posible entre una democracia imperfecta y una dictadura imperial.

 

Conclusión: recuperar el “no tengáis miedo”

 

El mensaje de Juan Pablo II en 1979 fue un acto de resistencia moral contra un imperio que parecía invencible. Hoy Europa necesita recuperar ese espíritu: no tener miedo, pero tampoco ingenuidad.

 

Putin no tiene nada que ofrecernos salvo sumisión. Rusia merece algo mejor —y algún día lo tendrá—, pero la libertad europea no puede esperar a que ello ocurra.

 

La defensa de Europa no es belicismo. Es supervivencia democrática. Y la primera batalla, la que debemos ganar ya, es la del ánimo, la moral y la claridad.

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