Viernes, 12 de Diciembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNJorge Ilegal: el joven arrogante que vivía entre las hormigas
  • Buscar
Rafael García-Purriños

Jorge Ilegal: el joven arrogante que vivía entre las hormigas

 

Nota del editor: La muerte nos ha arrebatado en dos días a dos grandes de la música española. Hoy rendimos homenaje a Jorge ‘Ilegal’; y mañana lo haremos con ‘Robe’ Iniesta.

 

Murió Jorge Ilegal. Murió Jorge Martínez. Murió el pasado martes, 9 de diciembre, en Oviedo, una de las figuras más singulares, feroces y cultas que ha dado la música en castellano.

 

Además de la actitud —esa mezcla de insolencia, ironía y violencia eléctrica que marcaba conciertos, entrevistas y canciones—, Ilegales siempre fueron una banda de enorme calidad musical. Jorge se fabricó un personaje y una leyenda tan potentes que, con el tiempo, resultaba difícil distinguir la verdad del mito. Pero hay una certeza absoluta: era un guitarrista excelente, un músico de vastísima cultura musical, perfeccionista hasta la obsesión y dueño de un oído que sabía exactamente qué sonido buscaba y cómo debía sonar cada compás.

 

Sus canciones estaban construidas con precisión quirúrgica: distorsión limpia, arreglos trabajados hasta la obsesión. Y sus letras —su manera única de escribirlas— eran sentencias talladas en piedra. Jorge prescindía de la rima sin miedo, y prefería frases lapidarias, aforismos brutales. En ellas convivían la dureza y el ácido realismo urbano: violencia, fatalidad, tipos derrotados por el mundo, corrosión, supervivencia en la jungla. Y también humor negro, surrealismo y provocación.

 

[Img #11201]

 

Jorge María Martínez García nació en Avilés, creció en Gijón y vivió en Oviedo, donde estudió Derecho en los años 70. Nunca terminó la carrera, pero siempre fue un universitario en el sentido profundo: curioso, inquieto, lector incansable. Era un apasionado de las guitarras —poseía más de cuarenta— y las conocía a la perfección. También coleccionaba soldaditos de plomo y disfrutaba del buceo y de los peces tropicales.

 

En 1977 formó el trío Madson, junto a su hermano Juan Carlos y el batería David Alonso. Pasaron a llamarse Los Metálicos, se reorganizaron, y en 1981 —con la entrada de Íñigo Ayestarán al bajo— nacieron Ilegales. Lo demás es historia, electricidad y leyenda.

 

Para conocerle, hay que viajar inevitablemente a Mi vida entre las hormigas, aquel documental financiado por crowdfunding que nos muestra a un Jorge atento, observando la vida a su alrededor con minuciosidad de entomólogo, y desde esa posición construyó todo un mundo hecho de guitarras, canciones y letras lúcidas como pocas en nuestra escena.

 

Carismático como pocos, irrumpió en la escena con una arrogancia que él consideraba imprescindible, una forma de ser y de estar. Para él, el rock exigía erguirse, no pedir disculpas. “En el rock la humildad no sirve”, dijo en más de una entrevista. Su presencia en el escenario era la encarnación exacta de esa filosofía.

 

Debajo de esa capa de dureza y esa irreverencia, había un hombre de una sensibilidad desconcertante.  Le gustaban los peces de colores. coleccionaba soldaditos de plomo, y leía compulsivamente. Filosofía, historia militar, narrativa, poesía, ciencia. En sus charlas y entrevistas podía saltar de Clausewitz a Baroja, de un amplificador de válvulas a la caída del Imperio Romano, con la misma naturalidad con la que conectaba su guitarra.

 

Esa filosofía, y esa sensibilidad presidían también su forma de escribir letras. Componía canciones que parecían redactadas a navajazos, como telegramas frases cortas, sentencias brutales, pensamientos lanzados siempre directos a la diana. Canciones como Tiempos nuevos, tiempos salvajes, ¡Hola mamoncete!, África Paga, Europa ha muerto, Agotados de esperar el fin, yo soy quien espía los juegos de los niños, chicos pálidos para la máquina, ángel exterminador, Si no luchas, te matas o Regreso al sexo químicamente puro son ejemplos de esa escritura personalísima, hecha de ideas y de imágenes sin adornos. Jorge escribía sin anestesia, pero con bisturí.

 

Su guitarra era otro territorio donde se hacía evidente esa mezcla de crudeza y limpieza. Incluso cuando usaba distorsión —y la usaba como pocos— su sonido seguía siendo claro, definido, casi cristalino. Tenía un ataque particular, reconocible en segundos, la marca de todo gran guitarrista.

 

Cuando disolvió Ilegales a principios de 2010, en lugar de retirarse, se reinventó. Desde una casa señorial que restauró y convirtió en estudio, formó Jorge Ilegal y Los Magníficos. Para ese proyecto se empeñó en encontrar instrumentos antiguos: guitarras de los años 40, baterías de otra época, metales casi arqueológicos. Aquella aventura de boleros, swing y guarachas reveló una faceta de su talento que pocos imaginaban: la elegancia, la fidelidad histórica, la sensibilidad por los sonidos pre-rock. El amor por la música.

 

Pero el rock lo llamó de vuelta. Y volvió con fuerza. Discos como La vida es fuego, Rebelión, joven y arrogante o La lucha por la vida mostraron a un músico en plenitud, sin miedo al paso del tiempo.

 

Jorge era, también, un hombre generoso. Tras su fachada intimidante, había alguien dispuesto a afinar una guitarra, prestar equipo, aconsejar a un músico joven, compartir una cerveza y una charla. Nunca hizo ostentación de ese lado humano: actuaba con naturalidad, como si devolver lo aprendido fuera una obligación moral. Jorge Ilegal era, en realidad, un tipo muy legal.

 

Deja un hueco en el rock español que jamás se podrá llenar. Porque se va una forma de entender la música y la vida. Era culto, era feroz, era irónico, era tierno, era peligroso, era sensible, era arrogante. Y todas esas contradicciones convivían de manera natural, como los peces de un acuario: cada uno con su color, su forma y su territorio.

 

El norte se queda más lleno de frio que nunca.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.