Un grupo muy acogedor, el mixto
El Congreso de los Diputados, según el artículo 68 de la Constitución Española, se debía de componer de un mínimo de 300 y un máximo de 400 diputados. Finalmente, la Ley Electoral General determinó que fueran 350. ¿Por qué esa cifra?, pues porque es el resultado de la suma del número de escaños repartidos entre cada circunscripción en función de la población de cada una de ellas, habiendo un número fijo de 102 escaños más 248 en función de la población. 350 en resumen. Podrían ser más o menos, pero este sería otro debate.
Luego ya, y por no abrumar con normativa al amable lector, en el Reglamento del Congreso se establece la organización de los diputados en Grupos Parlamentarios y, en aquellos casos en que los diputados de un partido no logran el número necesario para formar grupo propio (tener más de cinco escaños y haber obtenido el 15% de los votos en las circunscripciones en que se ha presentado el partido), pues pasan a formar parte del denominado Grupo Mixto.
Bien, hasta aquí lo que pudiéramos denominar escenario normal de adscripción al citado Grupo, al que se llega por varias vías. Bien directamente por tener muy escasa representación, cual es el caso de Alberto Catalán (UPN), Cristina Valido (Coalición Canaria) y Néstor Rego (BNG), bien por salirte en bloque del grupo en el que estabas, como es el caso de los cuatro diputados de Podemos (Ione Belarra, Javier Sánchez Serna, Martina Velarde y Noemí Santana, que estaban en Sumar). Estos mantuvieron serias discrepancias con la vicepresidenta Yolanda Diaz, que podríamos resumir en que vetó a Irene Montero como candidata al Congreso, no nombró a Belarra ministra, y a todos los demás los dejó – en cierto modo – mirando a Cuenca.
Esta última vía de acceso basada en la discrepancia, si concedemos al término un indulgente significado, es la que ha empleado D. José Luis Ábalos que, sin embargo, ha ampliado el contenido de la citada vía indicando que se va al grupo mixto para no rendirse, lo que no deja de introducir el elemento épico en este tema.
Pues al grupo mixto se va y yo creo que va a ser acogido (arriba, en el gallinero del Congreso, a escasos metros del ‘terrao’) pues con el corpus argumental que supongo será de costumbre: somos unos incomprendidos; menuda putada nos ha gastado don tal, que podría muy bien ser el mismo en varios casos; la ley electoral no favorece a las minorías que reivindican la España plural y, en resumen, más vale estar solos que mal acompañados, y aquí estamos, desde las legítimas diferencias, para ayudarnos.
Y sobre todo para ponernos de acuerdo en el reparto de las asignaciones, los asesores, y el turno de una eventual participación de algún miembro del grupo en una visita institucional para conocer el funcionamiento del Parlamento en Chipre o Taiwán, y en particular de su grupo mixto.
Y así, desde la adversidad y la ubicación periférica de sus escaños, se va forjando un sentimiento de pertenencia, de pertenencia a algo que no puede concretarse, pero de pertenencia, al fin y al cabo, si quiera por exclusión.
Yo creo que los diputados de Coalición Canaria o de la Unión del Pueblo Navarro estarían ya tomando Urbason de las palizas ideológicas de los del colectivo Sumar y de la morriña del compañero del Bloque Nacionalista Galego, por lo que la llegada de Ábalos, aunque inicialmente mantenga su gesto severo supone, no me lo negarán, un soplo de aire fresco, muy fresco. Tendrán mil oportunidades de sincerarse y, en fin, de hacer migas.
Todo comenzará con alguna copa en el bar del Hotel Urban, un almuerzo en La Ancha con algún ex ministrable, que siempre hay alguno a mano en Madrid, y todo irá rodando. Sólo, me creo, le pondrán una condición, que no convoque a estas tenidas a antiguos asesores suyos. Lógico, incluso para la lógica mixta de este Grupo.
Que, en resumen, es eso. Un grupo muy acogedor.
Ha tenido suerte, D. José Luis.