Sábado, 25 de Octubre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEn el centro de la diana
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Juan Luis Pedreño

En el centro de la diana

 

Lo atractivo de escribir sobre inteligencia artificial, es que puedes darle muchos enfoques. Y todos distintos. Y todos aportan. Es posible hablar de algoritmos, de sistemas, de progresos, de riesgos, de innovación o de leyes.

 

Y también, es posible relacionar el pasado con el presente, y también con el futuro. Hoy traigo algunos ejemplos para ilustrar cómo lo de crear una máquina que razone, es algo que ya se llevaba pensando hace mucho tiempo. Como decía mi maestro Agüera, es posible que la tontería natural buscara nuevas metas con la Inteligencia Artificial. Y parece que se ha conseguido. A ver dónde nos lleva todo esto, pero de momento, todo es felicidad y grandes oportunidades.

 

Empezaré por el archiconocido Alan Turing. Famoso desde que alguien decidió hacer una producción cinematográfica sobre su vida. Es como si ya conociéramos de siempre a este matemático, filósofo y biólogo inglés. Su éxito, crear una máquina durante la segunda guerra mundial que fuese capaz de descifrar los mensajes encriptados por los mandos alemanes del Tercer Reich, cuando eran interceptados. Se cifraban con máquinas que se llamaban Enigma, como la película, y de las que aún se conservan algunas originales (en la imagen). En un pequeño museo de mi querida Cartagena, tienen una. Pues bien, con este invento, tenemos los inicios de la IA, porque era una máquina con cierto poder de razonar, a partir de reglas básicas y mensajes anteriores. Pero los padres de a IA, en realidad la historia reciente los sitúa en la Universidad de Darmouth, New Hampshire, allá por el 1956. Tres investigadores empezaron a construir máquinas con capacidad de razonar, como las que luego podrían jugar al ajedrez como un humano.

 

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Entre medias, encontramos a un suizo, que es la referencia para todos los graduados en educación infantil y/o primaria. Porque Jean Piagget, este longevo psicólogo, epistemólogo y biólogo, creó la 'Teoría del Aprendizaje' y logró caracterizar cómo la mente y el sistema nervioso de ser humano, aprenden de forma diferente durante cuatro fases de su vida. Sus teorías son el fundamento de las redes neuronales, hoy evolucionadas y conocidas como Deep Learning.

 

Pero los grandes genios aparecen de vez en cuando y siempre tenemos alguno con nosotros. Y es que, una vez creada la IA en nuestro mundo, necesitamos grandes pensadores e impulsores de la tecnología. Y es aquí, donde es obligado traer a estas páginas a mi querido Mateo Valero. Toda una eminencia, teleco de formación, que creó e impulsó algo extraordinario como es el Centro de Supercomputación de Barcelona. Todo un hito de la innovación, el progreso y la tecnología. La herramienta clave para el desarrollo de la IA en España. Un auténtico genio con el que tuve la oportunidad de compartir su última distinción Honoris Causa y escuchar una de las frases que me hará reflexionar durante años. Decía el doctor Valero, a propósito de la IA y de su regulación, que “Europa es el árbitro de un partido en el que no tenemos jugadores”. No me negarán que esta frase no deja indiferente. Es como un dardo en el centro de la diana. Mucho contenido en una sola frase. Lo que tiene ser un genio.  

 

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