Martes, 09 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLa promesa
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Gabriel Vivancos

La promesa

 

Hace unos días estuve en Suiza, fui a ver a un buen amigo que conocí en Inglaterra hace 29 años. Como cada vez que voy (al menos en todos estos años he ido 15 veces) fue fantástico y no sólo por las verdes montañas y prados helvéticos plagados de típicas y coquetas casas suizas sino porque da gusto comprobar que aún quedan países ordenados en Europa donde el esfuerzo se sigue premiando.

 

Es obvio que cuando te enseña un país un nativo del mismo, tienes acceso a unos lugares y sobre todo vivencias que un turista no puede ni llegar a imaginar y así tanto mi mujer como yo, pudimos deleitarnos, una vez más, con paisajes maravillosos en las entrañas de las montañas, donde parece que en cualquier momento te van a asaltar duendes y gnomos.

 

El verdor de aquellos bosques, de altos árboles plagados de musgo, te incita a la paz y al sosiego, sobre todo cuando de tanto en tanto aparecen riachuelos de agua cristalina que te adormecen con su música.

 

[Img #5488]

 

Como digo, no es ni mucho menos la primera vez que vivo sensaciones similares, pero en esta ocasión, no sé muy bien porqué, fuimos más conscientes del paso del tiempo. Nunca jamás, desde el año 1995 en que mi amigo y yo nos conocimos en aquel colegio inglés, habíamos tenido la percepción de que nuestra costumbre de visitarnos una vez al año en cada uno de nuestros países (o en terceros), podría tener fecha de caducidad.

 

Creo que el origen de esta nueva sensación se debió al cumplimiento de una promesa que hicimos hace diez años de volver a estar en un precioso lugar en torno a un maravilloso lago.

 

En aquellos momentos, lanzar promesas a diez años vista parecía lo más normal del mundo, puesto que aún no éramos conscientes de que la edad termina por aparecer y te condiciona.

 

El paso del tiempo siempre se mide mal, al menos en cuanto a percepciones se refiere, ya que siempre nos sorprende que haya transcurrido tanto desde la última vez. 

 

En términos absolutos, el transcurso de diez años no es nada, tampoco para un joven al que le queda todo el camino por delante, pero para la vida de una persona de mediana edad (no digamos para alguien de edad avanzada) es mucho.

 

De vez en cuando, paso por lugares y recuerdo cómo estaban hace años. En ocasiones es triste pensar como sitios donde uno ha sido muy feliz desaparecen en el olvido. Esto me ocurre con frecuencia cuando transito por La Merced y compruebo con nostalgia, como uno de nuestros bares más insignes de nuestra época postuniversitaria (la Bocatería Universidad) es ahora un establecimiento de depilación y recuerdo con tristeza como dos de los cuatro camareros que solícitos nos atendían, nos dejaron prematuramente.

 

Esta vez, en Suiza, pudimos volver a juntarnos en aquel lugar, pero cuando pusimos nueva fecha para cumplir una nueva promesa, 10 años se nos antojó demasiado tiempo. Fue la primera vez que sentimos que la edad no perdona y que las promesas a diez años empiezan a quedar fuera de nuestro alcance si queremos garantizar un cumplimiento muy probable. Por ello, decidimos acortar los tiempos para volver a aquel maravilloso sitio, no fuera a ser que se quedara sin cumplir la promesa.

 

Ahora que, como dicen algunos ya le he dado 'la vuelta al jamón', tendré que medir el tiempo con mesura, pero sobre todo tendré que emplearlo aún mejor, puesto que como todos sabemos un día nos quedaremos sin más. Tempus fugit.

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