Un programa electoral pertenece a la lírica
Es como si leyéramos un verso, y nos conquistara. Y por eso lo votamos, o lo votan algunos. Pero la acción de gobierno me temo pertenece más a la prosa y las más de las veces, en particular a la novela fantástica.
Recién se ha presentado el Plan de Acción (de Regeneración Democrática) en pro, en defensa o a favor de la democracia, que no me negarán que no es empresa de alto calado. Entre distintas medidas ya ampliamente comentadas, y otras que no se han podido comentar dado que no se han concretado, hay algunas de naturaleza electoral. Pero no se alarmen los lectores: no se trata de reformar la Ley Orgánica del Régimen Electoral General para generar la posibilidad de listas abiertas, o minimizar el poder de las minorías nacionalistas, o establecer que un gobierno que no logre por dos veces la aprobación de la Ley de Presupuestos deviene obligado a convocar elecciones por falta de apoyo parlamentario.
No.
La medida se refiere a la obligatoriedad de los candidatos a acudir a los debates electorales, que sinceramente creo que no constituye un tema de enjundia máxime cuando la previsión es ser multado, en caso de de no atender la norma. Viene a ser lo mismo que pagar por no ir a una boda. Esta de los debates me da que es una medida de relleno para completar el PowerPoint y que la molla, perdón, el paquete principal quede como agazapado y que la percepción general sea un Plan ad hoc para silenciar medios de comunicación, que no es poco, despenalizar las injurias a la Corona, y veremos si también vetar las críticas a investigaciones dirigidas al presidente del Gobierno o su entorno, por ejemplo.
Me he detenido en una de las medidas, dentro del eje “Ampliar y mejorar la calidad de la información gubernamental“. Se trata de la obligación de todos los gobiernos (se entiende de todos en las distintas administraciones públicas), de rendir cuentas de sus compromisos y grado de ejecución.
Bien. Pero a mi juicio ha faltado un cuarto eje: el contrato electoral. Aquí se trataría de que semestralmente, dado que el tiempo vuela, proceder a cotejar públicamente lo que se prometió en campaña (la lírica) y lo que se hace en la acción de Gobierno ( la prosa, la novela). De exponer públicamente aquellas discordancias entre lo que se dijo que nunca se haría, y lo que en ese semestre se ha hecho. Aquí o fuera del territorio nacional.
Y si durante dos semestres el grado de discordancia es de más del 60%, sobre todo entre lo que se dijo que no se haría y se ha hecho, pues entonces dar el contrato por resuelto con las oportunas consecuencias. Si la falta de Presupuestos, principal obligación de un Gobierno y termómetro de su situación parlamentaria da como resultado convocar elecciones, el incumplimiento palmario de un porcentaje superior al 60% -y tal vez me quedo corto- de lo prometido, debería dar lugar igualmente a la dimisión del presidente. Esto solo se logra con el concurso de la oposición parlamentaria, la opinión pública, y una prensa libre.
Por cierto, no sé si se habrá incluido en el paquete de medidas de regeneración democrática la propuesta de Bildu de suprimir las pelotas de goma del material reglamentario de los cuerpos de seguridad. Esto tiene su gracia, hasta cierto punto, porque de aprobarse podría suponer que la policía tuviera que disolver los disturbios con canciones, por ejemplo, de Armando Manzanero.
Que son tan bonitas que no se sabe si son verso o prosa. Como este Plan.