Martes, 09 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEl salto generacional
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Gabriel Vivancos

El salto generacional

 

Que prácticamente todo se repite y que la vida es cíclica parece que es una verdad inmutable. Los seres humanos, quizá porque nunca dejamos de serlo, volvemos a repetir similares comportamientos a largo del tiempo. Es cierto, que nada vuelve a ser exactamente igual que antes, pero la esencia no cambia.

 

Cuando yo era adolescente (me niego a decir cuándo yo era joven) recuerdo decirle a mis padres con cierta frecuencia que ellos no entendían determinados comportamientos porque la vida había cambiado. Y era cierto. La sociedad española de los noventa no tenía mucho que ver con la sociedad de los cincuenta o sesenta que era en la que ellos habían crecido. La apertura de España al exterior y la evolución de la mentalidad colectiva de la sociedad, provocaba algún que otro salto generacional que impedía el entendimiento entre dos mundos coetáneos.

 

Ahora, son mis hijos los que me dicen que soy yo quien no entiende nada y puede que en ocasiones no les falte parte de razón. Ciertas decisiones de las autoridades o determinados rumbos de la sociedad, me dejan perplejo (aunque, tenga que reconocer que mi capacidad de sorpresa va disminuyendo a la misma velocidad que escucho a nuestros políticos tomar decisiones y defender lo inimaginable).

 

Pero dejando a un lado los asuntos de la res pública, lo cierto es que, a veces se me hace complicado seguir los nuevos modelos relacionales de nuestros jóvenes.  

 

Ahora, con el paso de los años cobra aún más sentido la frase que mi padre me dedicó cuando le comuniqué una ruptura sentimental: "Gabriel -me dijo- ni entiendo ni quiero entender. ¿Tú eres feliz? porque eso es lo único que a mí me importa”.

 

En esa frase se resume la esencia de lo que quiero expresar con este artículo.

 

Las conductas, las formas de comportarnos en sociedad cambian ineludiblemente con el paso del tiempo, pero las emociones humanas siguen intactas por más que pasen los siglos.

 

El amor es el amor desde que el ser humano aterrizó en este mundo, de la misma forma que el odio, la amistad, la compasión o la felicidad (si es que alguien alguna vez ha sabido lo que es). Pueden cambiar las formas de expresarlo, o de compartirlo, pero el sentimiento sigue intacto desde su concepción original.

 

El ser humano evoluciona por fuera, pero el interior forma parte de nuestra esencia y la esencia no puede modificarse sin dejar de ser lo que somos.

 

En ocasiones, parece que deseamos ser otra cosa y nos alejamos de conductas de nuestros mayores que consideramos caducas (pasa en todas las épocas), incluso nos impulsamos a ver la vida desde nuevos puntos de vista, queremos evolucionar y enseñarle a nuestros padres y abuelos que las cosas se pueden hacer de otra forma más acertada y que hemos encontrado, al fin, la piedra filosofal tan largamente buscada, pero cuando dejamos de ser hijos para ser padres, nos damos cuenta que nuestro recorrido ha sido más bien escaso y en círculos y que lo que creíamos que habíamos inventado, fue descubierto mucho antes por otros.

 

[Img #6252]

 

Al final, con los años, uno toma conciencia de que lo importante no es cómo sentimos sino qué sentimos y que en el campo de las emociones, (que es lo que mueve el mundo), todo está creado.

 

La diferencia generacional, ahora lo sé, se salva poniendo el acento en lo que nos une como seres humanos que sentimos lo mismo y no centrándonos en lo que nos separa, que no es sino manifestaciones más o menos novedosas de la misma esencia.

 

Desde esta óptica, la distancia generacional o incluso de mentalidades diferentes se acorta bastante.

 

Para intentar entender lo que me rodea y el complejo mundo de las relaciones humanas que siempre parece en constante evolución, trato de irme al origen que las provoca y allí encuentro casi siempre la explicación que buscaba porque todos sentimos las mismas emociones, da igual, la raza, la condición, el credo... o el tiempo.

 

Pero, ¡no todo el monte es orégano!, reconozco con humildad que en algunas ocasiones, por más que me esfuerzo, no logro entender algunos comportamientos de mis semejantes más jóvenes, simplemente no le encuentro la explicación y es entonces cuando tengo que tirar de reflexión y me surge la duda de si ellos se están deshumanizando o simplemente se trata de que ya no soy tan joven.

 

¡Maldita sea Bro!

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