A fuego lento
La urgencia ha invadido todos los rincones de la sociedad. Todo lo queremos ya, nos hemos convertido en seres impacientes, en ocasiones maleducados, que no estamos dispuestos a esperar ni un segundo más de lo que consideramos necesario. Si no lo ves, piensa en cómo te sentiste cuando el paquete que tenías que recibir se retrasaba un día o el camarero tardó en traerte la cena 5 minutos más de lo que tú considerabas razonable.
Las organizaciones, presionadas por la competencia y las demandas del mercado, no son la excepción. Los directivos nos enfrentamos a una realidad en la que cada vez más decisiones estratégicas se toman con urgencia priorizando la rapidez sobre la calidad y, ya sabemos, que las prisas son malas consejeras, Sin embargo, esta tendencia hacia la inmediatez está afectando negativamente a la eficiencia y, a largo plazo, a los resultados de las empresas.
Uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta el liderazgo empresarial actual es equilibrar la necesidad de rapidez con el cuidado y la precisión que los procesos complejos requieren. Son los líderes de las organizaciones los que deben establecer los procedimientos necesarios para resistir la tentación de la velocidad y, en cambio, optar por la calidad.
Sólo quiero que pienses en un momento en la diferencia que existe entre un cocido hecho en una olla rápida sobre vitrocerámica y uno preparado en una olla de barro a fuego lento. ¿Están igual de sabrosos? Ya te digo yo que para nada.
De la misma manera ocurre en las organizaciones. Cuando los equipos trabajan bajo la presión constante de cumplir con plazos imposibles, la calidad de los resultados se resiente. Las decisiones rápidas suelen estar basadas en una visión superficial de los problemas, y las soluciones adoptadas, aunque puedan parecer efectivas a corto plazo, suelen tener consecuencias no deseadas a largo plazo. En un estudio de Harvard Business Review, se señala que un ritmo acelerado en los procesos de toma de decisiones disminuye un 30% la eficacia y precisión de los mismos, afectando el resultado final.
Los líderes empresariales tienen la responsabilidad de luchar contra la urgencia que impone la sociedad actual. En lugar de imponer una visión única y apremiante, debemos involucrar a nuestros equipos en la toma de decisiones estratégicas. Al hacerlo, permitimos que se generen ideas más completas, basadas en una mayor diversidad de perspectivas. Esto no solo enriquece las soluciones, sino que también fomenta un entorno en el que las personas se sienten valoradas y comprometidas, lo que mejora la calidad del trabajo y su alineación con los objetivos empresariales.
El trabajo en equipo es clave para que esto funcione. Ya lo dice la frase “Si quieres ir rápido ve solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado”.
Como bien señala el escritor y conferenciante - y gran amigo - Juanma Quelle, "el trabajo en equipo no es trabajar con personas sino trabajar para personas". Este matiz es crucial. Cuando los miembros de un equipo no se limitan a realizar tareas de forma conjunta, sino que trabajan con un sentido de propósito, enfocados en los demás, se genera una sinergia que potencia la calidad y la efectividad de los resultados. El tiempo invertido en este tipo de colaboración no es un gasto, sino una inversión que produce beneficios a largo plazo.
Los líderes deben preguntarse: ¿están construyendo una organización donde la urgencia sea el factor clave? ¿O están dispuestos a liderar con paciencia donde la calidad es el resultado de un proceso cuidadoso y bien ejecutado?
En un mundo donde la velocidad parece ser el único valor, adoptar un enfoque más reflexivo y colaborativo puede parecer un riesgo. Sin embargo, las empresas que prioricen la calidad sobre la inmediatez verán cómo, al igual que un cocido bien hecho, los resultados a fuego lento son más duraderos y satisfactorios.