El faro
Lo de la inteligencia artificial empieza a ser algo familiar. Muy familiar. Como si todos la estuviésemos utilizando a diario. Y, probablemente, para muchos lo sea. Pero para otros, aún una utopía. Y pasará mucho tiempo siendo así. Es, entonces, cuando recuerdo que el progreso esencial de un país pasa por educar generaciones tempranas en eso que se llama la alfabetización digital. Se trata de que docentes, a todos los niveles, sean capaces de acercar estas herramientas de IA a los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Una teoría válida para la enseñanza secundaria, el bachiller o los distintos grados universitarios y no universitarios. Hasta aquí todo bien. Todo muy razonable.
Pero mi reflexión va un poco más allá. En este caso, traigo dos reflexiones. Un 2x1 ahora que estamos en el mes del BlackFriday. La primera de ellas es que, cuando hablamos de incorporar la IA al sistema educativo, hay que diferenciar entre las herramientas que van destinadas a los profesores, de las que van destinadas a los estudiantes. Para el colectivo de docentes hay ya muchos sistemas, que cumplen la ley, que funcionan bien y que ayudan, por supuesto. Como ejemplos tenemos los que generan presentaciones docentes, preparan un material específico y adaptado, crean grupos de estudiantes afines en las aulas, generan evaluaciones inteligentemente automáticas y cosas así. Pero luego están los estudiantes. Para ellos, las herramientas son otras. Y, con toda seguridad, son las responsables de ese cambio en la sociedad y esa reducción de la brecha digital en IA, que tanta preocupación genera a nuestra sociedad. O por lo menos a mí. En definitiva, que el foco habrá que dirigirlo con toda la fuerza a sistemas que ayuden y complementen a los estudiantes en su obligación de generar pensamiento crítico y centrado en el aprendizaje. Y eso no lo veo yo muy claro, la verdad. Porque para los “profes” hay de todo, pero para los estudiantes, casi de nada. Excluyo aquí algunas experiencias que se prueban en alguna asignatura concreta de algún centro, también concreto.
Y la segunda reflexión es que, si los docentes son los que han de formar a los estudiantes, entonces, ¿quién forma a los docentes? Pues esta respuesta, la veo menos clara todavía. En una sociedad donde las competencias digitales son muy básicas, intentar que el sistema formativo de nuestro país se base en formar a formadores en inteligencia artificial, muy difícil me parece.
Pero bueno, a pesar de mi relato, seamos optimistas. Tenemos un objetivo que es no quedarnos atrás respecto al resto de países vecinos. Que aquí no vale dormirse. Ya no se trata de poner el foco, sino de construir un faro. Uno gigantesco que ilumine esa hoja de ruta que permita educar y aprender con estas herramientas tan potentes de IA. Y que vayamos todos juntos y todos de la mano. Los profes convencidos y los estudiantes con una ayuda impagable. Y, al final, todos felices, como en los cuentos.