La investigación social como herramienta para la transformación de la sociedad
La validez o no de la investigación social como herramienta de transformación social no puede responderse desde la propia óptica de la investigación, que sólo está obligada al uso correcto de las técnicas y métodos de investigación para dar respuesta a las hipótesis planteadas, sean estas lideradas por la academia, la administración pública, el tercer sector de acción social o las empresas. Si nos centramos en la investigación aplicada, aquella que pretende no sólo conocer la realidad sino incidir en ella para transformarla, podemos señalar que son los equipos de investigación los encargados de describir la realidad y hacer propuestas para la acción, pero la capacidad de incidencia, la legitimidad, la responsabilidad pública y la de movilizar los recursos necesarios que permitan la intervención transformadora, corresponde al nivel político. Y aquí es donde encontramos el problema.
Pongamos el ejemplo de una realidad social lacerante que afecta a la sociedad española en su conjunto y a los derechos humanos, como es la existencia de asentamientos informales en zonas rurales y urbanas de la geografía española, donde malviven de forma inhumana personas generalmente de origen inmigrante, algunas de ellas en situación administrativa irregular, pero trabajando desde la economía sumergida. Según las investigaciones realizadas por la propia Fundación Cepaim, en estas condiciones malviven más de 15.000 personas en Andalucía, Región de Murcia, Valencia y Cataluña, sin contar aquí otras formas de sinhogarismo que afectan a otras muchas personas.
La realidad de los asentamientos ha sido objeto de múltiples investigaciones impulsadas tanto desde la academia, como las administraciones públicas y las propias organizaciones sociales del tercer sector. Investigaciones que han descrito el fenómeno, lo han dimensionado, han dibujado el mapa de los asentamientos, han indagado en las causas y las consecuencias. En algunos casos se han propuesto soluciones y se han realizado acciones de sensibilización social. Sin embargo, desde una perspectiva operativa, tales investigaciones no han servido para transformar esta realidad, dado que los asentamientos continúan existiendo a lo largo de los últimos 20 años.
La realidad es que las intervenciones realizadas desde las organizaciones sociales, las administraciones públicas, las empresas agrícolas y otros actores a través de diversos proyectos escasamente coordinados entre sí, se han limitado a abordar la emergencia, la distribución de alimentos, ropa, agua, productos de higiene, información, acompañamiento, etc. Sin embargo, ninguna administración ha liderado el diseño e implementación de una estrategia integral que partiendo de los diagnósticos realizados se proponga un proceso de intervención que permita la creación de alternativas habitaciones en diferentes fases que permitan erradicar esta lacra al abrigo del objetivo 11 de los ODS.
Obviamente, sin la voluntad política y los recursos públicos necesarios para su erradicación tales investigaciones podrían considerarse papel mojado. No lo son porque en base a ese conocimiento las propias organizaciones sociales construyen su intervención y porque el conocimiento que otorgan sirve para la sensibilización social y la incidencia política. Es pues uno de los mecanismos con los que cuenta la sociedad civil para marcar prioridades y forzar a la intervención de los poderes públicos. Sin voluntad política, la investigación social cumple su cometido de conocer la realidad, pero no de transformarla.
Para transformar la realidad objeto de investigación se requieren los otros pasos del proceso apuntado más arriba: la planificación estratégica, la implementación, el seguimiento y la evaluación, considerando esta última también como parte de la investigación social. Sin la evaluación de los resultados de la acción, la intervención social se convierte en un instrumento ciego y sordo, que no nos orienta sobre la eficacia y efectividad de los mecanismos implementados para provocar el cambio deseado.
De lo que se trata, pues, no es sólo de asociar la investigación a la acción, como paso previo a la misma, sino de incentivar la cultura de la evaluación de las políticas públicas, como paso posterior que analiza los resultados de la acción, promoviendo modificaciones y nuevos objetivos para la acción. Una cultura de la evaluación de impacto que no está suficientemente arraigada, ni en las administraciones públicas, ni en las propias organizaciones sociales, ni en las empresas.
Sin esa vinculación entre investigación-acción-participación- evaluación, cualquier conocimiento de la realidad social se convierte en un mero ejercicio intelectual sin repercusiones efectivas sobre el objeto de estudio. Por más que analicemos las condiciones de vida de las personas que viven en los asentamientos, sin una voluntad política de resolver tal problema social, sin la planificación, la dotación de recursos, la activación coordinada de los diversos agentes implicados, la implementación de las acciones previstas y su evaluación, no se producirá ningún cambio sustancial en dichas condiciones de vida. Sin el seguimiento y evaluación no contaremos con la información necesaria para conocer la eficacia y efectividad de la intervención realizada.
Dada la reticencia de los poderes públicos a afrontar determinados retos sociales, no desde la emergencia y el asistencialismo, sino desde la planificación estratégica, no podemos descartar el papel de la investigación social como base para el conocimiento de la realidad, la sensibilización social, la identificación de buenas prácticas, la transferencia y la incidencia política. Se trata de un instrumento necesario, pero no suficiente, y todo esfuerzo investigador que pretenda incidir sobre la realidad debería plantearse desde esa perspectiva, contemplando la difusión de sus resultados y la necesaria presión sobre los poderes públicos para poner los medios que tiendan a la resolución de la realidad investigada.
Recordando el espíritu y las ideas de mi amigo Marco Marchioni, tristemente fallecido en 2020, seamos capaces de crear espacios de relación improbables entre los diversos actores de un territorio y encontraremos soluciones impensables que solo podremos aplicar juntos, en alianza de actores. Si seguimos haciendo las cosas de la misma forma, vamos a seguir obteniendo los mismos resultados.