Inútil resistirse a ‘The Crown’
Ni falta que hace, dado que ya discurro por más de la mitad de esta serie a la que prima facie le atribuí un formato como antológico de los Windsor, que lo es, y un gancho comercial que desgraciadamente era Lady Di. Y esa mezcla, para seis temporadas, me disuía de elegirla en la plataforma N.
La galería de personajes y actores está lograda como sólo puede hacerlo un guión y una dirección cuidadosa, fijando lentamente el modo en el que se suceden las peripecias que rodearon a la Familia Real británica desde la abdicación del Rey Jorge VI, pasando por las relaciones con Sir Winston Churchill, el gobierno laborista y, por donde ahora mismo me encuentro, la Sra. Thatcher.
Las sucesivas actrices que encarnan a la Reina Isabel y los sucesivos actores y actrices que se ocupan de cada época, no son exactamente lo que me tiene entusiasmado con esta producción.
Es, ciertamente, el cuidado que todo lo inglés dedica a subrayar lo inglés. Vestuario, conversaciones, emplear tiempo en que el televidente comprenda cómo se aborda una jornada de caza. La muy incisiva forma de confirmarnos el carácter de la clase alta británica.
Su escala de valores y desvalores, las sutiles conversaciones en todas las direcciones y ramas del árbol familiar. La gestión de los asuntos emocionales. La dureza en la forma de zanjar y de establecer el patrón de cómo y de qué manera debían conducirse los miembros de la Casa. Y también el enorme despliegue patrimonial que a cada capítulo nos muestra una fortuna de siglos.
Me voy quedando con algunos personajes, no con Churchill, del que ya ha habido una amplia filmografía y hasta el dicho de que, si todas las frases que se le atribuyen a Sir Winston las hubiera realmente pronunciado, no cabrían en varios libros.
No, me quedo, me voy fijando cada vez más, en la ambientación. El timbre de la Reina para dar por terminada una reunión. En los viejos Barbour para ir de caza; en la forma de comer, con el brazo izquierdo en las piernas- contrario a la costumbre continental de las dos manos a la vista-. Me quedo con la insuperable ironía con la que se abordan situaciones que se suscitan complicadas, se tornan crueles, y quedan resueltas del modo menos justo, pero más eficaz, para la Casa.
Me quedo también con la cuádruple vara de medir los asuntos menos puritanos, en todas sus modalidades. La llegada de los coches en comitiva, a Balmoral o a Clarence House. Todo un mundo de protocolo, patrón y usos. Nadie los puede igualar, lo llevan haciendo y enseñando a otros, desde tiempos inmemoriales.
Esto es por ahora lo que me hace seguir viéndola, saber apreciar la ironía que hay en la práctica totalidad de sus conversaciones. Ironía que esconde en muchos casos dolor, y tal vez también es un recurso táctico para trajinar con esa gran, enorme, responsabilidad que ellos han hecho recaer sobre ellos, con el acuerdo popular.
Y para ironía una frase de Sir Winston que si es cierta porque está recogida en las actas del Parlamento:
Una diputada laborista, en un tenso debate parlamentario, le dijo a Churchill que si ella fuera su mujer le echaría veneno en el té. A lo que el amigo Churchill respondió: y si yo fuera el marido de la señora diputada, me lo bebería “.
Inútil resistirse a ver THE CROWN.
Magistral
Linkedin: Francisco Martínez Ruiz