La magia de las palabras
Con este artículo le doy la bienvenida a un nuevo medio de comunicación digital. Y es que las letras y la información escrita son valiosas. Siempre ha sido así. A través de las palabras nos sumergimos en todas las disciplinas que uno pueda imaginar, por eso yo me encuentro feliz de compartir mis delirios e inquietudes culturales en elnuevodigitalmurcia.es.
Los reportajes, las entrevistas y, en definitiva, los periódicos y revistas de formatos varios nos permiten acceder a vidas que van más allá de nuestro entorno. Y los libros…, los libros nos hacen soñar. Soñar despiertos. Eso se me da muy bien, tengo un don especial para pasearme por las nubes y vislumbrar el mundo desde las alturas, y para observar la vida sin inmiscuirme en ella más de lo necesario, de ahí que los libros pertenezcan a esa esfera de la que no puedo ni quiero prescindir.
Cuando llega la Navidad bajo mi árbol se agolpan diferentes lecturas, muchas de las cuales esperan pacientemente su turno para ser leídas a lo largo del año. Todos los libros que voy adquiriendo durante las semanas previas a tan señaladas fiestas, algunos son regalados, encuentran cobijo al amparo de las ramas de mi luminoso abeto, los voy observando a diario con sus bonitos papeles de regalo y, por supuesto, no los abro hasta la mañana de Navidad.
Recuerdo con especial agrado una fría noche del pasado mes de diciembre, cuando a mi paso por la librería de los soportales de la catedral, todo un clásico de la ciudad, no pude evitar entrar en ella animada por el alegre bullicio que se observaba desde fuera. Guiada por el sabio consejo del anciano librero, salí feliz con un volumen en pasta dura de Los relatos del Padre Brown de Chesterton. El olor de sus páginas, su suave lomo y la calidad de los textos, también de la traducción, hacen del libro no solo una excelente lectura, sino también un bonito recuerdo de aquella fría noche del mes de diciembre y de la gente a la que vi. Ahí reside la magia de la palabra escrita
Y siguiendo con la lectura, si bien es cierto que no recordamos todo lo que leemos, por lo menos yo, sí que se sabe que el cerebro usa la información que le llega para comprender mejor el mundo que le rodea. Para saber interpretar la realidad. La memoria no es un ordenador que almacena datos y luego los usa. El cerebro es mucho más que eso, su plasticidad le hace generar neuronas toda la vida, y gracias a su flexibilidad puede hacer frente a los retos diarios e incluso anticiparse. No lo digo yo, son palabras de la neurociencia. Leamos pues.
Mientras tecleo estas letras en mi ordenador escucho de fondo la radio, hubo un tiempo en el que se cuestionaba su supervivencia ante la llegada de la televisión, pero, a día de hoy, la convergencia tecnológica es una realidad. Cada una tiene su espacio, su público y su momento. Redes sociales, blogs y periódicos online tienen en común el uso del soporte digital sin el que ya no podemos vivir. Pero lo que permanece de manera inalterable es la palabra escrita, la misma con la que me comunico y me formo cada día.
Y dejo de escribir porque miro mi biblioteca. Me levanto, cojo un libro y lo acaricio mientras leo la reseña de la contraportada. Lo dejo. Voy a por otro. Recuerdo cada compra. Cada regalo. Siempre hay una historia detrás de ellos. Dickens con sus Grandes esperanzas ocupa ahora algunos de los mejores momentos del día. Y vuelvo a soñar.