Sábado, 13 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEgo reuse ergo sum
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Ernest Berkhout

Ego reuse ergo sum

 

En los últimos años he estado intensivamente involucrado en un proyecto emblemático en la ciudad de Lagos, Nigeria. Un edificio de 60.000 metros cuadrados y veintidós plantas, destinado a albergar a aproximadamente mil personas, dedicadas a la extracción de combustibles fósiles del subsuelo oceánico de la Bahía de Benín. Una petrolera vaya.

 

Se proyectaba una estructura recia de hormigón armado, con un podio de cinco plantas para aparcar los SUV y limusinas de los jefes, y altura libre suficiente en la planta baja para aparcar los autobuses Coaster de los que se ocupan de tareas más mundanas. De este podio surgían las plantas que se destinaban a las oficinas, con sus espacios open-plan (flexibles y sin separaciones), mediante hot desking donde nadie tendría un puesto fijo, como si las sillas estuviesen ardiendo. Gracias a la implantación del moderno concepto del future of work, surgido de la pandemia, y aprovechado hábilmente por las empresas multinacionales, los trabajadores podrían trabajar un par de días a la semana desde casa.

 

La inversión total era de, si me permiten la expresión, un huevazo de millones, porque llevaba todo lo último en automatización, seguridad, y conectividad. El presupuesto se abultaba aún más por la necesidad de limpiar de la parcela los elementos que entorpecían el proceso de construcción. Y es que en el lugar existen dos torres residenciales, construidas a mediados de los setenta, que están en perfecto estado de conservación. Hermosas incluso, bien diseñadas, con cierto valor emblemático. El lugar escogido se sitúa en una zona comercial y residencial muy concurrida, y aunque al lado hay una escuela infantil, para abrir camino a la futura atalaya de la modernidad, esas dos torres deberían de desaparecer. Las iban a volar con dinamita.

 

Casi en la fase final de diseño del proyecto africano, la petrolera anuncia desde su sede neerlandesa, que pretende ser neutra en emisiones de carbono en el año 2035. Esto quiere decir ¡cero carbono! Hablamos de una de las compañías más grandes en la producción de combustibles fósiles del mundo, y 2035 está a la vuelta de la esquina.

 

Hay que tener en cuenta que la demolición de dos edificios gigantescos de hormigón armado para dar lugar a uno nuevo del mismo material no coincide en absoluto con las necesidades de querer llegar a un estado de neutralidad de carbono incorporado.

 

[Img #4346]

 

Al Project Mánager le habrán dicho de todo menos bonito, y el proyecto se paró en seco. Las dos torres se tendrán que rehabilitar, quizá con un cambio de uso. Para preservar el carbono embebido irremediablemente en su interior.

 

Quizá la historia parezca de limitada aplicación a nuestra condición murciana. Pero en la ciudad tenemos unos ejemplos muy destacados de estructuras de hormigón armado en estado petrificado, congelado por las crisis financieras del pasado. Estas estructuras esqueléticas llevan muchísimo carbono enterrado en su interior. Carbono y euros, ambos enterrados. Dominan nuestro skyline, con su hormigón limpio, prístino, perfecto.

 

Hace muy poco, el ministerio de Fomento en Madrid propuso usar los abundantes fondos Next Generation para terminar edificios inacabados. Es una idea excelente de la que debería tomar buena nota Urbanismo de Murcia, y otras ciudades de la Región donde pueden existir casos similares, como el ejemplo destacado de Abarán.

 

Cambiar repentinamente la calificación de suelo terciario (hotel u oficinas), a uso residencial, no es fácil. He hablado sobre esto con algunos colegas especializados, y se ríen. El sistema de planeamiento que tenemos es lento y torpe. Si obtener una simple licencia de obra para la construcción de una vivienda unifamiliar tarda año y medio, ¿cuánto tardarán los funcionarios en conseguir recalificar suelo donde ya existe licencia previa y hasta una construcción? Sería como ver crecer la hierba, o un proceso glacial. Tardaría décadas.

 

El no-proyecto de Lagos, que se paró por razones de sostenibilidad e imagen de empresa, es comparable, pero a la inversa, a los esqueletos de nuestra Región, que se pararon por una crisis inmobiliaria desde hace casi veinte años, y que difícilmente se volverán a poner en marcha.

 

En Lagos, la petrolera se ha dado cuenta de que demoler estructuras de hormigón perfectamente viables, es un disparate, porque el coste medioambiental es salvaje. En Murcia, la legislación urbanística prohíbe el uso adecuado de estas estructuras y nos lleva de manera inevitable a su demolición.

 

El ministro Puente detecta una oportunidad magnífica para dejar ese carbono allí donde está. Es preciso darle un nuevo uso, más apropiado a las necesidades urbanísticas actuales. Urgentemente, si es posible.

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