Lunes, 08 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLeyes transparentes
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Hipólito Martínez

Leyes transparentes

 

O jarrones chinos de fina porcelana jurídica, que se moldean, se modulan, se reforman o sencillamente se deforman a gusto del artista legislador… ¿Leyes transformadoras o transformistas? ¿Leyes innovadoras o inmovilistas? La más depurada ingeniería legislativa en nuestra Región también se cultiva con presunto acierto.

 

Aun así, la insoportable levedad de las leyes ha de recaer sobre nuestras cabezas en la mejor tierra del mundo. Como todo lo humano, también las nuestras, las regionales, son mutables y a veces caprichosas; mas ¿adónde nos lleva corregir leyes que todavía no habían expresado su plena potencialidad? ¿Qué buscas, poeta legislador, en el ocaso?

 

La penúltima que va a someterse a una profunda cirugía es la Ley de Transparencia, materia tan etérea como inaprensible, que sin embargo es reivindicada por los colores todos del arcoíris. ¿Quién no quiere ser transparente en la Aldea Global y provinciana que nos toca en suerte?

 

De este modo, clamando por ella, en aras de su divina presencia, buscan otros caminos inexplorados que la hagan más transparente todavía, o al menos más translucida.  Y ya me dirán cómo se interviene la transparencia, sin que deje de serlo. Pero la cristalina norma también ha de ser modificada, están todos de acuerdo y en desacuerdo a la vez… ¿Qué mal habrá hecho esta ley, que tan escasa aplicación ha tenido? ¿Y qué mal fario la guía?

 

O si no que se lo pregunten al agonizante Consejo de la Transparencia, que estaba en vías de extinción desde el día aciago en que comenzara su trayectoria; ahora ya con esta nueva ley definitivamente se le va a aplicar una suerte de eutanasia, para que muera sin dolor, e incluso desaparezca su recuerdo; aunque éste sí duela. ¿Qué diría de ello, Pepe Molina? Su gallarda apostura aún resulta más ejemplar hoy.

 

¿Qué diría de ello, Pepe Molina? Su gallarda apostura aún resulta más ejemplar hoy

 

La cosa ya empezó mal; años atrás, nos señalaba en antena Molina que no tenían ni para bolígrafos… Sin embargo, ahora que sí que presumiblemente disponen de recursos, se va a tirar por la borda de una nueva ley la labor de años de místico esfuerzo; el desecho irá directamente al fondo del Mar del Olvido, se amontonará con otras transparencias defenestradas antes. Y desde allí, un ente fantasmagórico nos recordará, de vez en vez, lo que pudo haber sido y no será. Si nos fijáramos bien, reconoceríamos la mirada de alguien que quiso ejercer de defensor del pueblo y ni siquiera pudo defenderse a sí mismo.  Nos quedamos sin Defensor del Pueblo, primero (en años de recortes); y ahora sin Consejo de Transparencia (en tiempos de lucidez), pero tendremos nueva ley. ¿Qué ganamos con el cambio?

 

[Img #5127]

 

La presidencia de este alicaído Consejo se sustituirá por un Comisionado de Transparencia; y el actual Pleno de Transparencia por una Comisión, formada por el propio comisionado y cuatro desganados funcionarios. Nueva comisión a la vista; no hay nada más extravagante que una comisión de transparencia, la manera más sutil de lograr una sublime ineficacia. ¿Y quién no quiere ser transparente en una sociedad tan gris como la nuestra? El Mar Menor quiere, pero no puede.

 

Del Mar del Olvido al Mar Perdido

 

Con ser frustrante el porvenir de la transparencia, hay otros futuros más inciertos todavía. Abundan las incongruencias que no se arrojan al fondo del mar del olvido, sino que directamente se vierten a nuestro pequeño gran mar. Está en camino otro gran cambio que no sé qué cambiará. Porque indefectiblemente va a ser modificada la ley del mar que alegró nuestra infancia; se le practicará una rigurosa revisión. Hay quien va más lejos, augura una lobotomía. Creo que, cuando conocimos hace semanas la nueva, a nadie le sorprendió en absoluto.

 

Llevamos demasiados años viviendo dentro una pesadilla recurrente: hemos pasado de la sopa verde a la mancha blanca, entre otras anoxias, sin dejar de hablar y sin dejar hacer. Promesas muchas, realidades escasas. Y al final, se impondrá la fuerza del destino. Empero, ¿cuál es el del Mar Menor?

 

Aseguran desde el Ejecutivo regional que quieren mejorar la ley; con tan alta meta, se consultará con prestigiosos expertos y más de un ‘sabelotodo’. Aunque, de esta guisa, podríamos acabar girando sin cesar en un círculo vicioso interminable, rebosante de vana palabrería, donde volverían a echarse ardorosamente la culpa con absoluta desfachatez.

 

Como ya ha empezado a evidenciarse en la Comisión de Asuntos Generales de la Asamblea Regional, que es la que se va a ocupar de tan delicada operación. De momento, el comienzo de sus trabajos, la semana pasada, no pudo ser más desalentador: los socialistas no quisieron participar en el colorido festejo, y hasta se negaron a proponer sus propios sabios. Aunque, no por ello, han de faltar eruditos en el ampuloso listado de comparecientes, que finalmente celebrarán esta ceremonia.

 

Entre los más de sesenta, figuran miembros del comité científico del Mar Menor, especialistas de las universidades de Murcia y Politécnica de Cartagena, representantes de ayuntamientos, de organizaciones ecologistas, de la Confederación Hidrográfica del Segura, la comisionada del Ciclo del Agua y Restauración de Ecosistemas del Ministerio para la Transición Ecológica, la Fundación Ingenio, e incluso el ex alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, catedrático de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Murcia…  Les deseamos mucha suerte a todos y cada uno de ellos; la van a necesitar.

 

Más allá de las divergencias expresadas por los grupos políticos, parece que hay una coincidencia contra natura en que es necesario revisar la ley del Mar Menor. Cada uno lo hace con un espíritu particular e intransferible, y con diferentes intenciones, loables todas ellas suponemos; pero que hasta Podemos, por motivos abismalmente distintos, sea partidario de cambiarla, me escama. ¿Qué les habrá hecho esta ley, tan poco respetada y tan escasamente cumplida, a unos y otros?

 

Ante tanto ruido, estremece el silencio de nuestro pequeño gran mar; no sé qué exclamaría el Mar Menor, si su ilustre personalidad jurídica pudiese hablar. Ay, si esa sonora personalidad divina levantara la voz... Mas no lo hará, seguirá callado.

 

Tampoco sorprende a nadie, que se haya vuelto a quedar cariacontecido y sin banderas azules, por octavo año consecutivo; los ayuntamientos ni se molestan en pedirlas. ¿Total, para qué? Es como presentarse a un examen que se sabe a ciencia cierta que se va a suspender clamorosamente; prefieren quedarse compuestos y sin banderas, a pasar la vergüenza de que se las denieguen una y otra vez. Ya van ocho años, ocho.

 

Y nosotros vamos a cambiar la ley... Ésta, como la de Transparencia, no ha pasado de ser una  norma florero o jarrón, muy decorativa, aunque incómoda y molesta siempre; ambas probablemente terminarán sus transparentes días en la más recóndita oscuridad. No obstante, el peso de estas dos leyes acabará por hacerse insoportable.

 

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