Dos coma siete
El otro día caía en mis manos un estudio de Ipsos, más bien una encuesta, que analizaba el uso que hace la sociedad de aplicaciones de Inteligencia Artificial. Y estaba muy bien hecho porque lo centraba en nuestro día a día. Un informe, enfocado a los gustos, necesidades y aficiones que preferimos resolver con la ayuda de alguna App o Web, cuyos cimientos sean algoritmos de IA, con sus modelos de neuronas artificiales, sus datos de entrenamiento, sus errores y todas esas cosas que ya he ido comentado y describiendo a lo largo de estos meses, en esta misma sección.
Si echamos la vista atrás, en un pasado no muy lejano, la media de aplicaciones de IA que usábamos en nuestro quehacer diario era, aproximadamente, cero. Salvando excepciones, nadie se planteaba usar esta tecnología, pues éramos tan ingenuos que pensábamos que en AppStore o en GooglePlay, teníamos todo lo necesario para ser felices con nuestros smartphones. Descargarse una App nueva y distinta, era ya casi por matar el tiempo. Total, si la íbamos a terminar borrando por exceso de publicidad o por una suscripción obligatoria o, simplemente, porque no nos resultaba útil para nada. Créanme que no hace mucho tiempo de esto. Igual, todavía, la selección de Argentina de Messi no le había ganado el mundial de fútbol a la Francia de Mbapeé. No hay que remontarse mucho, ya les digo.
Volviendo a esta encuesta, con datos de enero de 2024, resulta que la media de aplicaciones de inteligencia artificial que utilizamos es casi de tres. Ordenadas por uso, desde un 50% para los asistentes de voz hasta un 8% de aplicaciones de generación de vídeos. En medio, toda una gama de herramientas que ya empiezan a sernos familiares. Algunas, simplemente, conocidas. Pero hay de todo. Generadores de imágenes, salud y medicina, generadores de sonidos, atención personalizada o generadores de texto.
Curiosamente, aunque no creo que nos sorprenda mucho, el uso de estas mismas herramientas por la denominada Generación Z, la de hombres y mujeres nacidos a mediados de la década de 1990, es bastante más elevada. Interesante el análisis de cómo entender a esta generación, y cómo lo describe en su libro, el profesor Iñaki Ortega.
Pues yo ya estoy expectante para saber cuál será el dato del año que viene. Porque pasar de 0 a 2,7 ha sido rápido, pero lo que se nos viene encima será exponencial. Ahora toca no quedarse atrás. Al fin y al cabo, todos podemos ser Generación Z si queremos. Es una cuestión de actitud. Seguramente, las arrugas, las canas o la calvicie son difíciles de disimular, pero el espíritu puede ser de los 90, para siempre. Y en tecnología aún más. Que hay personas muy mayores que utilizan el Whatsapp, Facebook o Instagram, mejor que muchos. Me parece maravilloso.
Dentro de nada, tendremos aplicaciones para todos los gustos, que utilizarán IA. Que cada uno vaya pensando cuál es la que le gustaría que existiese en estos portales de descarga, porque tarde o temprano llegará. Tic, tac.