Lunes, 08 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLa sostenibilidad, un negocio ¿para quién?
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Lucio Fernández

La sostenibilidad, un negocio ¿para quién?

 

Hace unos días tuve el honor de participar en una jornada organizada por DIRSE (Asociación Española de Directivos de Sostenibilidad) en Murcia para hablar, junto a la gran Beatriz Salazar (Grupo Orenes), de la CSRD y su impacto en las organizaciones y en la figura del Dirse.

 

Nos encontramos en una situación donde el cambio climático y el desarrollo sostenible se han convertido en temas prioritarios tanto para empresas como para gobiernos.

 

La Unión Europea ha implementado la nueva normativa de Corporate Sustainability Reporting Directive (CSRD) que transforma los requerimientos de sostenibilidad para las empresas. Además, el martes pasado el Consejo de Ministros de España aprobó el proyecto de Ley de Información Empresarial en cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza.

 

Si bien la Ley de Información Empresarial sobre Sostenibilidad será aplicable a todas las grandes empresas y grupos de empresas, y también, a medianas y pequeñas empresas cotizadas, el efecto tractor que tiene su desarrollo impactará de manera directa en las Pymes (en España el 99,8% de las empresas son pymes según el informe “Cifras Pyme” de abril del 2024 de la Dirección General de Estrategia Industrial y de la Pequeña y Mediana Empresa).

 

Esta normativa apunta a generar un entorno corporativo más transparente y ético, su implementación genera tanto oportunidades como desafíos, especialmente en el ámbito económico y administrativo. Las pymes deben prepararse para adaptarse a estos nuevos estándares, al mismo tiempo que reflexionar sobre la necesidad de construir hacia una sostenibilidad nacida de la cultura organizacional, no solo desde la regulación.

 

La Corporate Sustainability Reporting Directive (CSRD) es una normativa que exige a las empresas cumplir con altos estándares de sostenibilidad a través de reportes detallados sobre su impacto ambiental, social y de gobernanza (ESG). La CSRD reemplaza y amplía el anterior Estado de Información No Financiera (EINF) y se extiende ahora a un mayor número de empresas, obligando incluso a algunas medianas a incorporar una rendición de cuentas que previamente sólo afectaba a las grandes corporaciones.

 

Para las pymes, la CSRD representa un cambio significativo que requiere la recopilación de datos exhaustivos, desde la huella de carbono hasta el impacto en la comunidad y los derechos humanos. Esto implica un esfuerzo considerable en términos de recursos humanos y financieros, muchas veces fuera del alcance de las pequeñas empresas que ya enfrentan restricciones en sus presupuestos y tiempo.

 

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La necesidad de cumplir con estos reportes impactará la estructura operativa de muchas organizaciones. Por ejemplo, la recopilación de información sobre el impacto medioambiental de sus productos, su cadena de suministro y sus políticas de diversidad exige la intervención de expertos, auditorías constantes y la adquisición de nuevas herramientas tecnológicas para la medición y análisis.

 

Estamos de acuerdo en que la transparencia y la responsabilidad corporativa son esenciales, pero los costes asociados a la implementación y seguimiento de esta normativa pueden ser prohibitivos para estas organizaciones. Según estimaciones de analistas europeos, se calcula que los gastos para implementar sistemas de seguimiento y verificación de datos ASG (Ambientales, Sociales y Gobernanza) oscilan entre los 20.000 y 100.000 euros anuales, una cifra que puede comprometer la viabilidad económica de las empresas pequeñas.

 

A nivel operativo, la necesidad de cumplir con la CSRD también supone un desafío en términos de formación y adaptación. Los equipos internos de estas empresas deberán formarse en aspectos técnicos que incluyen desde la gestión de huellas de carbono hasta la comprensión de prácticas de gobernanza complejas. Esto genera no solo una carga económica directa, sino un coste de oportunidad: el tiempo y los recursos que se destinen a cumplir con la normativa se restarán de otras áreas esenciales de la empresa, como el desarrollo de nuevos productos, la atención al cliente o la expansión de mercados.

 

A pesar de estos desafíos, la CSRD se enmarca en un esfuerzo colectivo y global hacia un entorno empresarial más sostenible y responsable. Sin embargo, la sostenibilidad verdadera en las empresas va mucho más allá del cumplimiento de la ley; debe nacer de una cultura organizacional orientada hacia el bien común.

 

La sostenibilidad, cuando se impone exclusivamente por la normativa, corre el riesgo de volverse una tarea mecánica, desprovista del verdadero compromiso que es necesario para transformar una empresa. Es crucial que los líderes empresariales comprendan que la sostenibilidad debe formar parte del ADN de sus organizaciones, no solo un trámite administrativo. Cuando los valores de sostenibilidad están integrados en la cultura empresarial, no solo se cumple con las regulaciones, sino que se construye una organización más sólida y atractiva para empleados, clientes e inversores.

 

En este sentido, la CSRD puede actuar como un catalizador. Al establecer una base de exigencias, invita a las empresas a reflexionar sobre la importancia de adoptar prácticas sostenibles y éticas, y a ver en ellas no solo una obligación, sino una oportunidad para generar valor añadido a largo plazo. En un entorno de creciente transparencia, aquellas empresas que asumen el compromiso de la sostenibilidad desde su propia visión y valores serán percibidas de manera más positiva en el mercado.

 

Es necesario encontrar un equilibrio entre la imposición de regulaciones y el desarrollo de un compromiso voluntario hacia la sostenibilidad. La normativa establece unos mínimos y guías para avanzar, pero en última instancia, el verdadero cambio ocurre cuando la sostenibilidad define la identidad de una organización.

 

Para las Pymes, la CSRD puede percibirse como una carga, pero también como una oportunidad para posicionarse en un mercado donde la sostenibilidad es cada vez más valorada. Los consumidores y los empleados buscan, cada vez más, empresas responsables, y los inversores consideran los criterios ASG al momento de tomar decisiones. En este contexto, invertir en sostenibilidad es una forma de construir una marca que será resiliente y competitiva en el largo plazo.

 

Es aquí donde los gobiernos y organizaciones reguladoras pueden también jugar un rol de apoyo. La implementación de programas de ayuda financiera y asesoramiento específico para las Pymes podría aliviar la carga inicial que supone la adaptación a la CSRD, permitiendo que este sector pueda abordar la sostenibilidad desde un lugar de compromiso y no solo como una imposición externa.

 

La sostenibilidad es el camino hacia un mundo empresarial más ético y transparente, pero la puesta en marcha de normativas, en ocasiones, de una complejidad insultante genera retos específicos para las pymes.

 

Cumplir con esta normativa puede representar una carga significativa, pero también es una oportunidad para fortalecer la cultura de sostenibilidad desde el núcleo de la empresa. Para que la sostenibilidad sea verdaderamente efectiva y valiosa, debe integrarse en la identidad de la organización, más allá de la obligación legal. Así, en lugar de ser solo una carga financiera y administrativa, puede convertirse en una fuente de ventaja competitiva, reputación y valor a largo plazo.

 

Es importante recordar la necesidad de regular, sí, pero también de fomentar un compromiso sincero y voluntario. Sostenibilidad no debe significar únicamente cumplir, sino vivir los valores que nos conducirán a un futuro mejor y más responsable.

 

La puesta en marcha de normas excesivas y complejas en cuanto a su implantación, en muchos casos sin atender a las consecuencias que se producen, pueden llegar a plantear en las direcciones de las organizaciones si esto de la “sostenibilidad” es un tema relevante que se debe incorporar en sus organizaciones o, por el contrario, un negocio montado por y para algunos.

 

La sostenibilidad es un elemento crucial para la competitividad de las organizaciones, pero a mi me gusta trabajar más desde la devoción que desde la obligación.

 

Lo importante es integrarla en el ADN de tu negocio y no en el de 'otros'.

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