Gestión del riesgo y continuidad del negocio
Un incidente de seguridad en una empresa no perdona
En todo momento, todas las empresas (desde las más pequeñas hasta las grandes corporaciones) se enfrentan a un mismo reto: cómo gestionar los riesgos, adaptarse a los cambios y responder a los incidentes de seguridad. La estructura de una empresa y su capacidad para actuar con rapidez o mantener la estabilidad son factores clave que definen su éxito o fracaso.
Desde mi posición como director de seguridad, puedo afirmar que, en la práctica, uno de los mayores retos para las empresas es equilibrar la gestión de riesgos, la continuidad operativa y la capacidad para adaptarse a lo inesperado. Una empresa que no tiene una planificación clara ante riesgos e incidentes camina sobre una fina línea, donde un evento imprevisto puede derivar en pérdidas operativas, económicas y reputacionales irreversibles. La resiliencia no es solo una palabra bonita, sino una obligación que debe integrarse en la cultura organizativa y en las estrategias a medio y largo plazo.
Básicamente podemos visualizar dos tipos de empresas. Por un lado, unas con estructuras simples: pequeñas y medianas empresas, microempresas locales o negocios con procesos sencillos. En su entorno habitual, estas empresas son eficientes porque no necesitan adaptarse constantemente. Sin embargo, cuando el contexto se vuelve incierto, esta sencillez puede ser su mayor debilidad. Un incidente de seguridad puede poner en riesgo su supervivencia si no cuentan con planes adecuados. Aquí, la falta de un enfoque sistemático en gestión de riesgos, como el que proporciona la norma ISO 31000, deja a estas empresas completamente expuestas.
Por otro lado, encontramos grandes empresas, más complejas, burocracias y mecánicas. Todo aquí es estandarizado, detallado y jerárquico. Esta estructura funciona de maravilla en ambientes predecibles y aporta estabilidad. Pero ¿qué ocurre si un incidente exige cambios rápidos? Desde mi experiencia, la rigidez burocrática puede ralentizar la respuesta y convertirse en una barrera para la resiliencia. Es aquí donde resulta vital la implementación de planes de continuidad de negocio como los definidos en la norma ISO 22301. Un plan que garantice la operatividad de procesos críticos marcará la diferencia entre reaccionar a tiempo o quedar paralizados.
Sin embargo, hay otro tipo de empresas más adaptativas que destacan cuando la incertidumbre es la norma: las adhocracias, cuyo modelo organizativo está caracterizado por la ausencia de jerarquías formales y una estructura flexible que promueve la creatividad, innovación y adaptabilidad. Prosperan en entornos dinámicos porque son ágiles y flexibles. Este tipo de empresa (las típicas startups tecnológicas o de proyectos creativos) forma equipos temporales para resolver problemas concretos, innovar y reaccionar rápidamente. Su desventaja es que, sin una base sólida, pueden perder dirección y ser incapaces de mantener la cohesión cuando el incidente se impone y avanza en el tiempo. Aquí es donde, desde una dirección de seguridad, el rol de liderazgo es fundamental para proporcionar el equilibrio necesario entre flexibilidad e implementación de procedimientos formales.
Las emprendedoras, por su parte, dependen de líderes con visión y capacidad de respuesta rápida. Startups en expansión o negocios en mercados volátiles son ejemplos claros de este modelo, donde la toma de decisiones es ágil, pero a menudo falta una estructura que garantice estabilidad a largo plazo. Este tipo de organización puede adaptarse con facilidad, pero el riesgo reside en que la falta de procesos y planes formales limite su capacidad de crecimiento sostenido y su protección frente a incidentes graves.
Entonces, ¿qué hace que una organización sea resiliente? Si hablamos de seguridad integral, la resiliencia no significa solo resistir a los incidentes, sino también anticiparse, adaptarse y salir fortalecidos de ellos. Aquellas empresas capaces de equilibrar estabilidad y adaptabilidad (por ejemplo, combinando procesos bien definidos con la posibilidad de innovar) son las que mejor respuesta conseguirán. Aquí es donde herramientas y marcos de gestión formalmente reconocidos, como las normas ISO 31000 e ISO 22301, adquieren un papel esencial.
La ISO 31000 ofrece un enfoque sistemático y efectivo para identificar, evaluar y tratar riesgos en cualquier organización. Desde la perspectiva de un director de seguridad, esta norma permite a las organizaciones identificar vulnerabilidades ocultas, priorizar amenazas y desarrollar planes de acción coherentes y efectivos. La gestión de riesgos no solo previene crisis, sino que proporciona información estratégica para la toma de decisiones.
Por otro lado, la ISO 22301 establece las bases de un Plan de Continuidad de Negocio (BCP), que garantiza que, frente a un incidente, las operaciones críticas puedan mantenerse o reanudarse en el menor tiempo posible. Desde mi actividad profesional, no solo recomiendo esta norma, sino que la considero imprescindible para cualquier organización que busque proteger sus recursos, su reputación y, en última instancia, su supervivencia. Un BCP bien implementado es la diferencia entre el caos y la recuperación ordenada ante cualquier evento de seguridad.
La clave está en reconocer que los incidentes y accidentes forman parte del entorno actual y que no basta con reaccionar. Las empresas deben evolucionar hacia estructuras más resilientes, donde la gestión de riesgos y la continuidad del negocio sean prioridades estratégicas. Desde mi experiencia, una cultura organizativa enfocada en la seguridad, el riesgo y la resiliencia no solo protege la organización, sino que la fortalece y la posiciona mejor frente a la competencia.
El reto para cualquier empresa sea cual sea su tamaño o sector, es identificar sus puntos débiles y fortalecerlos con planes y sistemas basados en normas internacionales como la ISO 31000 y la ISO 22301. Prepararse, anticipar riesgos y garantizar la continuidad operativa no es opcional, es una exigencia en el contexto empresarial actual.
Porque, al final, un incidente de seguridad en una empresa no perdona: se lleva por delante a quienes no saben prever, pero fortalece a quienes están preparados para afrontarlo. Como Director de Seguridad, mi punto de vista es obvio: la resiliencia se construye con planificación, liderazgo y herramientas adecuadas.