Cielo, tierra, espíritu
Uno de mis mejores amigos, Javier, admirador de la cultura japonesa, me contó un día que para los hijos del sol naciente los actos humanos no están completos si no contienen Ten (cielo) Chi (tierra) Jin (espíritu). Es decir, que un acto para ser válido no sólo tiene que pensarse y hacerse, también tiene que haberse realizado con intención. Así, una ofensa sólo es tal si se ha pensado, se ha realizado y el resultado se ha deseado.
Visto así, la mayor parte de los actos diarios que realizamos son incompletos puesto que pocos son capaces de poner cabeza, cuerpo y corazón en lo que hacen.
La mente humana en los tiempos actuales que corren, siempre anda ocupada en mil asuntos distintos que requieren su atención, vaga de un sitio a otro sin freno, tratando de encontrar soluciones a problemas a veces irresolubles o que no dependen de ella.
Este frenesí incesante provoca que no prestemos atención a pequeños actos cotidianos que realizamos prácticamente sin conciencia, nuestra mente salta de un sitio a otro sin fin. ¿Cuántas veces nos ha pasado que dudamos de si hemos cerrado la puerta, apagado la luz o simplemente fichado en el trabajo?
La concentración en una sola cosa se hace complicada porque no tenemos tiempo suficiente para dedicarlo. ¡No hay tiempo que perder!... y sin embargo se pierde.
Ciertamente que el mundo moderno tampoco ayuda a la concentración cotidiana y las nuevas formas de ocio digital ya se encargan de bombardear nuestras mentes con una sucesión rápida de impactos momentáneos que traen, sobre todo para las nuevas generaciones, la falta de entrenamiento para concentrarse durante un tiempo más o menos largo, en un mismo asunto.
Pero, ¿quién sabe? a lo mejor se está creando un nuevo “superhombre” de la mano de una nueva inteligencia acorde con el ritmo de vida imperante en esta nueva sociedad, donde los acontecimientos pasan más rápido que nunca, nadie tiene tiempo de detenerse y mirar, las noticias se tapan unas a otras y todos estamos agobiados con nuestros trabajos, obligaciones familiares y sociales y en general con nuestra vida.
Quizá la mente deba cambiar y ser capaz de prestar mucha atención (pero por muy poco tiempo) a algo concreto, para saltar inmediatamente a otra cosa. Tal vez estemos evolucionando a seres humanos capaces de atender varias cosas al mismo tiempo aunque sea superficialmente, mientras discriminamos y dejamos escapar todo aquello que damos por supuesto.
Pero al mismo tiempo se está produciendo otro fenómeno en sentido opuesto. Cada vez hay más personas que buscan la calma en la meditación o en el mindfulness, y los centros de Yoga y el budismo crecen sin parar en el mundo occidental. Quizá no sea más que una reacción natural al mundo que nos rodea, una huida del ser humano a sus orígenes, un grito de queja al universo.
En realidad, la perspectiva de ser un autómata que cierra la puerta sin ser consciente, no me atrae en absoluto y aún me sienta peor cuando al intentar recordar en qué estaba pensando en ese momento, no soy capaz de hacerlo.
Así que me temo, que si de verdad la conciencia está mutando, yo voy a ser de los rezagados, de los resistentes al cambio, porque prefiero ser consciente de lo que me rodea, de lo que hago o no hago, del momento en el que estoy y sobre todo de planificar mis acciones para obtener un resultado.
Por eso, desde hace un tiempo trato de hacer las cosas como los japoneses tradicionales (los nuevos están ya contaminados), es decir, poniendo los cinco sentidos y con TEN-CHI-JIN, para que si la corriente es imparable y me arrastra, al menos me dé cuenta de que estoy mojado.
Linkedin: Gabriel Vivancos