Martes, 28 de Octubre de 2025
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OPINIÓNCarlos Santana: el hombre que convierte el dolor en belleza
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Rafael García-Purriños

Carlos Santana: el hombre que convierte el dolor en belleza

 

Un año después de su poderosa aparición en el Festival de Woodstock de 1969, un joven guitarrista mexicano sorprendía al mundo con Abraxas, el segundo disco de su carrera, y una verdadera obra maestra.

 

Carlos Santana, al frente de su banda, logró abrir un nuevo camino para la música al fundir el rock con ritmos afrocubanos, jazz, blues y un toque espiritual que siempre ha sido parte de su esencia. En ese disco hay una energía que no ha envejecido, una mezcla de fuerza y sensibilidad que lo convirtió en el mejor disco de rock latino jamás grabado.

 

En un tiempo en que el rock era principalmente anglosajón, él se atrevió a mezclar el blues -con B.B. King y Jimi Hendrix como faros- con los tambores de la santería, las congas caribeñas, las melodías andinas y los sonidos del barrio. Para él, no era “música latina”, sino algo más ancestral y espiritual: afrocubano, universal. Su propuesta no parece tan radical a día de hoy, pero es porque cientos de artistas la han adoptado, reinterpretado y popularizado. Lo que entonces sonaba nuevo, hoy es parte del lenguaje musical contemporáneo. Santana hizo “world music” mucho antes de que el término existiera.

 

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Nacido en Autlán de Navarro, Jalisco, en 1947, su padre, José, era violinista en un mariachi, y fue quien le enseñó sus primeras notas. En su infancia, Santana acompañaba a su padre a tocar en bodas, plazas, iglesias. A los ocho años, la familia se mudó a Tijuana, y unos años después, Carlos cruzó la frontera hacia Estados Unidos, buscando una vida mejor y nuevas oportunidades como músico. Aquel paso fue difícil, lleno de barreras, discriminación y nostalgia. Dejó atrás su tierra, su idioma, sus amigos. Esa sensación de ser “el otro” nunca lo abandonó del todo, pero también configuró su identidad musical.

 

En San Francisco, en plena contracultura de los años sesenta, el joven Santana encontró su lugar. Blues, jazz, rock psicodélico, espiritualidad oriental, activismo chicano, todo se mezclaba en las calles, en los cafés, en los parques. Allí comenzó a forjar su estilo, único e inconfundible. En poco tiempo, Santana se convirtió en uno de los guitarristas más reconocibles del mundo: su tono cálido, limpio, casi vocal, es de esos que se reconocen en la primera nota.

 

Pero detrás del virtuosismo siempre hubo una sensibilidad especial, una conexión emocional con su instrumento. Como él mismo ha dicho, no toca la guitarra para impresionar, sino para conmover.

 

Uno de los grandes momentos de su carrera es, sin duda, 'Samba Pa Ti'. La inspiración para componerla le llegó al observar, en la calle, a un hombre solo, borracho, intentando tocar el saxofón, y cayendo al suelo sin lograrlo. Esa escena de fragilidad y tristeza se convirtió en una melodía dulce y melancólica, de una belleza serena. Santana tiene la capacidad de transformar imágenes rotas en canciones enteras, como también lo hizo en 'Flor de Luna'. No necesita palabras. Sus composiciones hablan desde un lugar mucho más hondo.

 

Algo parecido ocurre con Europa (Earth’s Cry, Heaven’s Smile), tema que compuso con Tom Coster y que se convirtió en un himno sin necesidad de letra. Su subtitulo 'La Tierra llora, el cielo sonríe' es exactamente lo que transmite su guitarra: una mezcla de nostalgia y esperanza, de dolor y consuelo, como si cada nota recorriera un continente emocional. 'Europa' no solo es uno de sus temas más conocidos, también es uno de los más intensos. La compuso durante una gira por Europa en los años setenta, y quizás por eso tiene algo de viaje interior, de paisaje sonoro que invita a cerrar los ojos.

 

Durante esa década, su música se volvió más introspectiva y espiritual. Conoció al gurú indio Sri Chinmoy, adoptó el nombre Devadip -'luz del iluminado'- y empezó a explorar terrenos más cercanos al jazz fusión y la meditación trascendental.

 

Santana ha transitado estilos diversos sin perder nunca su identidad. Ha hecho rock duro, pop melódico, colaboraciones con músicos de jazz como John McLaughlin y Herbie Hancock, ha experimentado con el reggae, el funk, el soul, el hip hop. Su influencia se deja sentir en el rock latino, en el acid jazz, en el neo soul, entre otros.

 

No ha sido fácil, ha tenido sus altibajos, tanto en lo artístico como en lo personal. Pasó por etapas de silencio, crisis creativas, incluso problemas con las discográficas. Sin embargo, supo renacer con fuerza en 1999 gracias a Supernatural, un disco que reunió a estrellas jóvenes y consagradas, y que lo devolvió al centro del escenario mundial. Con ese álbum ganó nada menos que ocho premios Grammy, un récord histórico que consolidó su legado ante una nueva generación.

 

Más allá del escenario y de los premios, Santana ha sido siempre un hombre comprometido con los demás. En 1998 creó la Milagro Foundation, una organización benéfica enfocada en ayudar a niños y jóvenes de todo el mundo en áreas como la educación, la salud y el arte. También ha apoyado causas como la lucha contra la pobreza, el racismo y la violencia. “La compasión es la frecuencia más alta del alma”, dice. Y eso se nota tanto en su forma de tocar como en su forma de estar en el mundo.

 

Carlos Santana no es solo un guitarrista virtuoso, ni un pionero de la fusión de culturas. Es un hombre que ha hecho de su vida un viaje interior, espiritual y artístico. Que ha sabido convertir las heridas en canciones, el desarraigo en identidad, el dolor en belleza. Por eso, cuando suena su guitarra, no solo escuchamos notas bien tocadas: escuchamos a un alma que ha aprendido a cantar incluso cuando sangra.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

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