Jueves, 02 de Octubre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLos pliegues del ocaso
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Manuel Menárguez

Los pliegues del ocaso

 

Sobre un largo vestido, singular y elegante, se pasea por un atardecer de intensos colores marchitos. Moribundos son los pliegues del ocaso, que cubriendo el horizonte van envolviendo al desconcertado día.

 

Sonriente, se pregunta satisfecha por el olor de la noche inmensa. Un aroma estrellado de luces resplandecientes y lejanas que regalan en su caminar unas texturas de fuego. Ausente, suena la penumbra en el viento ahogado del silencio, como una despedida lejana, y se va naturalizando la tristeza y el desarraigo que se detiene en el tiempo.

 

Nada ni nadie explica este misterio inesperado que envuelve, silencioso, una solitaria sonrisa, un torrente de voces sin palabras que resuenan como un eco en la opacidad de la tarde.

 

Cae a plomo la negra noche y desaparece en un suspiro la vida, como un sueño. Se desvanece oscura la memoria. En su travesía errante, vibra y suena como una corriente, como un murmullo risueño y cristalino, siempre contemplando el horizonte lejano que, entre brumas distantes, se va fundiendo en el sonido vacío de la humedad.


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El limpio aire ahoga suavemente esas olas, que marchitas se despiertan sobre la arena, consumiéndose al instante. Vacías, cruzan con su abandono vestidas de azul, van dibujando ondas en ese cielo crepuscular de púrpuros destellos cristalinos, de un trasparente insondable, que se va ciñendo a la tarde y desaparece inundando el espacio y el tiempo de sensaciones y deseos.

 

El silencio, roto solo por un mar consumado, marcado por una frontera que flota en unas percepciones donde el tiempo y la atmósfera bordean un viaje sin fin.

 

Dominado por el viento y las elásticas mareas, ¡libre! Sin aristas, arrastrado con resignación, se va trasformando en susurros de autentica belleza. Nos reflejamos al recordar el vaivén de las olas, el color de las algas, el musgo sobre las rocas, el olor distante, profundo, de una gran aventura por comenzar.

 

En la piel dorada y sedosa, humedecida como una caricia en el silencio de una mirada que resulta inabarcable.  Una sola vida, que se va contemplando desde una insinuación sin palabras, ¡muda!

 

Vagabunda llamada que te inmoviliza desde nuestro erosionado tiempo.

 

Difuminada, va recortando los contornos de su piel, que se humedece con asombro sobre la rasgada ola, salpicando en miles de pequeñas gotas que van formando un recuerdo luminoso y lentamente se queda inmóvil. Vuelve a la memoria un pasado satisfecho, sin sombras y dichoso.

 

Linkedin: Manuel Menárguez

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