Reputación, una especie en peligro de extinción
Un rey de la India, deseoso de aprender todos los secretos del robo, no con la intención de robar sino para impartir mejor la justicia, hizo llamar a un famoso ladrón y le pidió que le diera lecciones.
El hombre pareció muy sorprendido, e incluso escandalizado. -¿Yo, un ladrón? ¿Quién ha podido convencerte de semejante mentira? Siempre he vivido honestamente. ¿Cómo podría enseñarte a robar?
Y así, proclamando su inocencia y mostrándose indignado por la malignidad de sus vecinos, que sin duda lo habían denunciado para minar su buena reputación, el hombre fue puesto en libertad. Sin embargo, unos minutos después, el rey se dio cuenta de que en su mano faltaba un precioso anillo.
Hizo arrestar al hombre, lo registraron sin encontrar anillo, que ya había podido pasar a algún cómplice. Y esta vez, por crimen de lesa majestad, el hombre fue encarcelado y condenado a ser empalado al día siguiente.
Por la noche el rey no podía dormir. Confuso, recordaba las protestas de inocencia del hombre, tanto en el palacio como cuando había sido arrestado. En medio de la noche, el rey se levantó y bajó hasta su celda. Lo hicieron entrar, sombra silenciosa, y oyó al prisionero, que, solo en su negra mazmorra, rezaba con fervor, lloraba quedamente y seguía creyéndose injustamente perseguido.
El rey –cuya presencia el prisionero no podía percibir- se fue sin hacer ruido, muy conmovido y, convencido de la inocencia del prisionero, decidió soltarlo, tras lo cual pudo volver a dormir. Al día siguiente el hombre, liberado, fue llevado ante el soberano. Pasó rápidamente una mano sobre la otra e hizo aparecer el anillo de oro. Entonces lo cogió con dos dedos y se lo dio, con todas las muestras de obediencia y respeto. El rey, muy sorprendido, le preguntó las razones de su comportamiento.
- Me has pedido que te dé unas lecciones –le dijo el ladrón-. He aquí la primera: un ladrón siempre tiene que parecer un ciudadano honrado, respetuoso con las leyes y las creencias. Y la segunda: es absolutamente esencial que afirme su inocencia, incluso contra la más extrema evidencia. ¿Quieres que demos la tercera lección?
Según la RAE la reputación es el prestigio o estima en que son tenidos alguien o algo. Ahora, más que nunca, el individuo busca el prestigio a costa de lo que sea. No importa lo que tenga que decir o hacer, lo importante es el premio social.
Las empresas no son inmunes a esta corriente. Pese a la importancia evidente de la reputación, en la sociedad actual se percibe un declive en su relevancia. Tenemos una volatilidad informativa, una corta duración del ciclo de noticias y un predominio de la gratificación instantánea sobre la consideración a largo plazo. Las empresas, presionadas por la necesidad de resultados rápidos, están tentadas a comprometer sus principios éticos y de calidad.
Además, el auge de las redes sociales ha contribuido a la erosión de la reputación. Algunas personas aprovechan para “vomitar” sus opiniones sin la menor idea de lo que están diciendo, sólo por el mero hecho de elevar su ego.
Las plataformas digitales, si bien ofrecen una gran oportunidad para fortalecer la imagen de una empresa, también presentan el riesgo de difundir rápidamente críticas y rumores infundados. Esta sobreexposición puede desviar la atención de los éxitos de una organización hacia escándalos efímeros y sensacionalistas.
La reputación es un activo intangible que las empresas deben cuidar y proteger celosamente. En un mundo cada vez más interconectado y transparente, una reputación sólida es más importante que nunca para el éxito empresarial. Las empresas que no comprendan la importancia de la reputación y no tomen medidas para gestionarla de manera efectiva se arriesgan a sufrir graves consecuencias.
Es hora de que las empresas reconozcan que la reputación no es solo un concepto abstracto, sino un activo tangible que tiene un valor real. Solo aquellas empresas que adopten un enfoque ético y responsable de la gestión de la reputación podrán prosperar en el desafiante entorno empresarial actual.
Debemos, como ciudadanos y empleados, exigir a nuestras instituciones, empresas, políticos que sean transparentes, que no busquen el beneficio particular a costa de lo que sea, que no engañen. En definitiva, que sean transparentes y éticos.
Construir una sociedad reputada es el pilar del crecimiento como persona y como empresa.
La clave no está en parecer, sino en ser. Y el ser está en peligro de extinción.
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