El BOE como alternativa a la tele
Me enviaba el otro día un amigo un mensaje relativo a un anuncio en la sección de Autoridades y Personal del Boletín Oficial del Estado, de una fecha correspondiente a finales del mes pasado que luego indicaré.
Afortunadamente, no se trata de una lectura habitual sobre la que nos crucemos comunicaciones. Sería algo así como si tomáramos el aperitivo comentando las modificaciones del Reglamento Electrotécnico de Baja Tensión, o un café examinando la fe de erratas de la Norma Básica de Edificación.
Pensaba por tanto que habían nombrado a alguien conocido o, por el contrario, que, agradeciéndole los servicios prestados, alguien había caído de su cargo. Defenestrado, se decía antes.
Pero no era ninguno de los dos casos.
Primero, porque el nombramiento de que se trataba había recaído en una señora a la que no tenía el gusto de conocer. Segundo, y aquí fue donde mi atención se detuvo, por la denominación del cargo al que había sido promovida: Director del Gabinete del director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno (sic).
Sonaba entre raro y directamente cacofónico, por no anotar el follón de nomenclatura que se produciría con la inexorable ampliación del organigrama al adjunto del Director del Gabinete, del Director de Gabinete de la Presidencia. O los posibles problemas que la gestión diaria podría suscitar entre los adjuntos de Gabinete de cada uno de los Gabinetes, no sé si me explico.
Y en estas estaba, cuando me fui derecho a la estructura de la Presidencia del Gobierno (RD. 954/2024, orden de 23 de septiembre) por si este nombre era erróneo, una broma de mi buen amigo muy bien camuflada, o... pertenecía a un nuevo estilo burocrático, una nueva taxonomía. Una cosa de los nuevos tiempos, o así.
Y mi sorpresa aumentó. Era una mezcla entre taxonomía de los nuevos tiempos y Franz Kafka.
Pegados al presidente, aparte del ut supra citado Gabinete del Gabinete, iban apareciendo, floreciendo, nuevos órganos. Un nuevo y kafkiano laberinto encerrado en una matrioska.
El Gabinete del Presidente del Gobierno, ya comentado, seguido de lo que nos temíamos: La Dirección Adjunta del Gabinete del Presidente del Gobierno (con su Gabinete Técnico, of course), rematada con la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno.
Luego, un conjunto de órganos que no ofrecían discordancia alguna (Política nacional, Asuntos Exteriores, Asuntos Económicos, etc.).
Pero de nuevo me detengo en un renglón de la publicación oficial cuando aparece… El Departamento de Discurso, "que asistirá a la persona titular de la Dirección del Gabinete en todas las funciones relacionadas con la propuesta y elaboración de discursos y mensajes del Presidente del Gobierno”. Bueno, lo de la elaboración discursos no es una novedad.
La labor del redactor de discursos y/o mensajes es ingrata. En las películas norteamericanas suele ser representada por un joven con cara de empollón, aseado y diplomado por Stanford o Yale, o Harvard al que el Presidente (o el Director del Gabinete del Director del Gabinete del Presidente) le dice: “prepara un discurso argumentado por si entramos en guerra, y otro por si no “(ver 13 días, sobre la crisis de los misiles EEUU-CUBA).
Pero...
Debía ser excesivamente normal lo de los Discursos y Mensajes. Mucho me temo que es qué sé entendía de más porque, de repente, renglones más abajo, una mano firme determina la supresión fulminante e integra del Departamento de Discurso y Mensaje. Con un par.
Y por si había dudas, la misma mano suprime de un plumazo, singularmente y con la misma determinación, la propia Unidad de Mensaje del Departamento de Discurso y Mensaje. Como suena.
Al llegar aquí no pude evitar, más allá de esta metálica y laberíntica taxonomía administrativa, cierta sensación de pena, y afecto contenido, inexplicable si quieren, hacia el Departamento de Discurso y Mensaje. Pero muy en particular un sentimiento de solidaridad hacia la Unidad de Mensaje.
Y se me quedó una reflexión: si no te gusta la tele, lee el BOE.
Pero no todos los días.
Nota del autor: Para TB