Hay dos bandos: el de la Huerta y el otro
Una soleada mañana en día de Bando de la Huerta es algo así como la más significativa explosión de las ganas de los murcianicos, y de los que vienen de fuera, para tomar las calles, acercarse a barras y barracas, comer con los amigos y la familia y, en resumen, echar el día.
La Plaza de Belluga, Las Flores, los distintos jardines de la capital. No hay una cosa igual seguramente en España, de tanta gente a la vez disfrutando. Esas mañanas son, decididamente, inolvidables.
Pero luego vienen las tardes, y algunas zonas.
Y entonces lo que es una expresión de luz, color, buen rollo y día para disfrutar, se convierte directamente en el Liang Shan Po.
Es cierto el peligro de salir a partir de las 19 horas en el triángulo formado por Centrofama, Doctor tapia, Puerta Nueva, Plaza Universidad y, como enclave destacado, Jacobo de las Leyes, donde corren literalmente ríos de orín – con algún aderezo - producidos indistintamente por ambos sexos -como debe ser– y donde el grado de ingesta alcohólica hace olvidar, si es que se traía de serie, el más mínimo sentido no ya del decoro, ni del pudor, sino de la conciencia de poseer la condición humana. Un espectáculo.
Casi 400 intervenciones del 112, la mitad prácticamente por intoxicación etílica y el resto por traumatismos y otras incidencias. Que se hayan registrado.
A alguien se le ocurrió, en una iniciativa que como mínimo ha de calificarse de ingenua, el emplazar una serie de elementos ornamentales urbanos indicando el itinerario de las antiguas acequias de la capital. Todos los emplazados en el triangulo referido fueron literalmente arrasados, en una implosión de desenfado festivo.
No.
Una cosa es el Bando de la Huerta, y todos sabemos que otra cosa es lo que estoy contando aquí. Y ésta última tiene muy poca gracia. Y ningún interés.