Martes, 09 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLa desconexión laboral
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Gabriel Vivancos

La desconexión laboral


En conversaciones con compañeros de trabajo, en ocasiones se comenta: “los asuntos del trabajo deben quedarse en el trabajo”. Y no nos referimos a la confidencialidad propia de nuestro puesto si no a los problemas, que en la mochila, cargamos en el trabajo y nos llevamos a casa.

 

Para algunos, por su forma de ser, es muy complicado dejar el peso en el despacho, así que, como si fuera la medallita de S. Francisco de Asís, lo cargan allí donde van e incluso se lo llevan a la cama. La preocupación se convierte en una compañera inseparable que te va eliminando energía y ganas de realizar cualquier actividad que no sea pensar y repensar en el problema.

 

Esta actividad frenética de encontrar una solución no suele funcionar y cuanto más buceamos en la dificultad, más nos sumergimos en la misma y luego más difícil es volver a tomar aire en la superficie. Pero lo hacemos y da igual que sepamos por experiencia, que muchos problemas desaparecen cuando en vez de imbuirnos de ellos, tomamos distancia para comprobar, desde lejos, que la montaña no es tan grande o que existe otro camino que la bordea.

 

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La verdad es que todos sabemos como debiera ser, pero creo que a todos nos ha pasado alguna vez que hemos rumiado sin descanso un acontecimiento laboral en nuestras horas de recreo.

 

Esta situación, si pasa a menudo, puede conllevar graves problemas de salud, pero aún así, hay quien no puede evitarla.

 

Pasamos en nuestro puesto de trabajo muchas horas al día y es fácil que a la mente le cueste desconectar, pero sin embargo, es necesario. Pienso que la experiencia, aquí también, es un grado y que cuando consigues encontrar una vez el botón de apagado, la segunda vez ya es más fácil volverlo a encontrar. Pero tampoco los años te garantizan totalmente el resultado.

 

Y es que hay un punto crítico donde ambos mundos se tocan, el mundo laboral y el mundo personal y esa transición no siempre está definida. En ocasiones, cargamos la mochila de ansiedades laborales y las llevamos al mundo personal, pero en otras ocasiones se realiza el camino inverso y son preocupaciones personales las que cargamos en la mochila para llevarlas al mundo laboral. El motivo de tanto trasiego se me antoja claro, solo hay una realidad, la nuestra, que engloba todos nuestros mundos.

 

En mi caso, al menos en ocasiones, el camino al trabajo es el más creativo, sobre todo los lunes por la mañana, porque es el momento en que me apetecería estar o hacer cualquier cosa menos lo que me dispongo a hacer. Por suerte, todo pasa muy rápido y en cuanto llego, las reuniones y el teléfono me transportan, como por arte de magia, a mi otro mundo, el laboral y sin darme cuenta lo abrazo y lo vivo con toda la intensidad que soy capaz.

 

Por eso me pregunto, por qué no puedo hacer lo mismo cuando el paso es al otro lado, por qué no puedo desconectar del trabajo tan rápido como me sumerjo en él.   

 

Pero sólo es una pregunta más que se queda sin respuesta en mi cabeza. Toca aceptar mi ignorancia y tener paciencia conmigo mismo.

 

Quizá todo sea un error de concepto, de prestar más atención a lo que creemos lo necesita más o es más importante, sin darnos cuenta de que lo más importante es el otro mundo, el que nos espera en casa, muchas veces desatendido.

 

Puede ser que olvidemos que si nuestro mundo personal se viene abajo, arrastrará en su caída ineludiblemente al otro, siquiera sea por una pequeña temporada y luego habrá dos opciones: recomponer el equilibrio entre ambos mundos o entregarte, como hacen algunos, a uno de ellos, normalmente el laboral. Así algunos evitan el conflicto porque ya no existe frontera que cruzar, aunque…al menos para mí, el precio a pagar es muy caro.

 

Sea como sea, lo cierto es que las dificultades para la desconexión forman parte del ser humano y como tal debemos aceptarlas sin renunciar a encontrar la válvula de escape que nos permita transitar de un mundo a otro con cierta celeridad.

 

Aquí también, la tan de moda, Inteligencia Artificial, nos lleva ventaja. Con sus algoritmos lógicos no hay lugar para la emoción, pero mientras sea el ser humano quien trabaja tocará buscar el botón rojo de encendido y apagado para no unir dos mundos que, aunque necesariamente se tocan, no deben mezclarse.

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