Tenía que seguir, y lo hizo
Nos acostamos anoche y despertamos esta mañana con las imágenes de, no sé como denominar, lo sucedido en Paiporta. Altercados, incidentes, explosión de rabia e indignación, impotencia.…
Da igual como se clasifique: no habíamos visto unas imágenes iguales que yo recuerde, por lo grave de la tragedia y por él, eufemísticamente hablando, estado de ánimo de los vecinos.
Nos acostamos ayer y nos despertamos hoy con el dispositivo argumental de quién tuvo la culpa de lo sucedido, con cronologías sobre el seguimiento de las alertas de una y otra administraciones, con imágenes de desolación, por un lado, y de incertidumbre. Sólo ver una de las vías de acceso al parking de Bonaire, por citar un caso, produce escalofríos por lo que las policías, la Guardia Civil y los efectivos militares desplegados puedan hallar dentro.
El mapa de la información y las redes se inunda con reflexiones y opiniones sobre si se falló en la prevención y sobre si la respuesta -esto parece más evidente- ha sido tardía y descoordinada. Estos dos planos informativos nos traerán de seguro datos inquietantes.
Pero con los pies en el suelo y llenos de barro, ayer sucedió algo.
La gente explotó. Y algunos explosionaron de más. Viendo una y otra vez las imágenes se apreciaba claramente que el más elemental criterio de seguridad aconsejaba extraer a los Reyes de aquel laberinto. Eso lo aconsejaba la seguridad, y efectivamente el protocolo correspondiente se cumplió estrictamente con el presidente del Gobierno, que fue retirado de la zona.
Sin embargo, en el caso del Rey -y la Reina, ambos increpados y con barro lanzado a sus caras, y un escolta herido- este tomó una decisión clave siendo consciente de que si se daba media vuelta ya no sólo era el Gobierno el que se esfumaba de la escena, sino que era el propio Estado, encarnado en su figura como Jefe del mismo según indica -por si alguien no ha caído-, nuestra Constitución.
Tras aguantar carros y carretas los ánimos se apaciguaron un poco. La imagen de algunos de nuestros compatriotas abrazando desesperados al Rey, casi me hace saltar las lágrimas.
No se podía dar la vuelta. Él no.
Tenía que seguir, y lo hizo.