Mike Oldfield: campanas tubulares, exorcismos, maestros de ceremonia…
Comienza la década de los años setenta del siglo XX. Un adolescente de apenas 16 años está trabajando en una composición musical a la vez sencilla y compleja, con elementos sinfónicos, de Jazz, de música folk y, sobre todo, de rock progresivo.
Se trata de una obra maestra que revolucionará la música moderna, y que marcará, para bien y para mal, su carrera musical y hasta su evolución como persona.
Se llama Michael Gordon Oldfield, nació en Reading y es capaz de dominar prácticamente cualquier instrumento musical. A esta extraordinaria habilidad une una sensibilidad especial para la composición, la experimentación y la producción sonoras.
De momento, es un adolescente muy tímido, toca en The Whole World, la banda de Kevin Ayers y, en solitario, durante meses, ha venido grabando demos en su casa con medios limitados.
Pero la complejidad de las composiciones, la obra, muy extensa, sin separación de canciones y exclusivamente instrumental, está haciendo muy difícil su aceptación por las discográficas que, una tras otra, rechazan publicarlas en forma de trabajo discográfico.
Todo artista revolucionario necesita un golpe de suerte y, a Mike Oldfield le llegó su oportunidad de una manera bastante inesperada.
Trabajaba como músico de sesión para algunos productores y estudios y, de esa manera, conoció a Tom Newman y Simon Heyworth, ingenieros de sonido de The Manor Studio, recientemente adquirido por Richard Branson, un empresario que poseía varias tiendas de discos, y quería entrar en el negocio de las discográficas. Impresionados por el talento del joven Mike, le ofrecieron grabar una mejor versión de las maquetas en este estudio, una mansión situada a las afueras de Londres.
Así fue como Simon Draper, socio de Branson en el proyecto discográfico, escuchó las grabaciones, quedó fascinado y convenció a Branson de que habían encontrado lo que estaban buscando (un proyecto musical original y diferente, para una discográfica diferente).
Y así, comenzó el proceso de grabación, en el que Oldfield tuvo libertad absoluta para desarrollar su visión musical.
Con una estructura innovadora en dos partes y en la que tocó prácticamente todos los instrumentos, grabando múltiples capas de sonido en cinta analógica, Tubular Bells se convirtió en un auténtico reto para los productores y una proeza técnica para los ingenieros, que solo disponían de ocho canales para grabar todas las pistas.
Dado que el artista no quería técnicas digitales, los ingenieros idearon formas de poder grabar y mezclar todos los instrumentos, como la obstrucción de los cabezales de borrado.
Uno de los momentos más originales e icónicos de la obra es la introducción progresiva de instrumentos en la primera parte, donde una voz en off los presenta a medida que se suman a la composición. Esta sección cuenta con la participación del llamado ‘Maestro de Ceremonias’, interpretado por el actor Viv Stanshall. que estaba en el estudio de manera casual.
Otro momento emblemático es la aparición del ‘Hombre de las Cavernas’. Una respuesta a la insistencia de Branson en incluir partes vocales, pues consideraba que un disco completamente instrumental tenía pocas probabilidades de éxito comercial.
Oldfield ideó un segmento en el que simulaba gruñidos primitivos y sonidos guturales, acompañados de guitarras distorsionadas y percusión agresiva. Esta parte del álbum está inspirada en la historia del hombre de Piltdown, un descubrimiento arqueológico en el que se encontraron restos fósiles considerados como el ‘eslabón perdido’ entre el hombre y el simio que, finalmente, era una estafa, estaban falsificados a partir de huesos de un humano y un chimpancé.
El álbum cierra con The Sailor’s Hornpipe, una pieza tradicional. Una danza marinera que contrasta con el tono épico general, cerrando el disco con un toque ligero y desenfadado. El futuro y la tradición se daban la mano para cerrar esta obra maestra.
Durante la grabación, Mike Oldfield golpeó las campanas tubulares con una barra de hierro, ya que las baquetas de madera no obtenían el sonido que deseaba. Lo hizo tan fuerte que las campanas se doblaron, y esta deformación inspiró la imagen de la portada, diseñada por Trevor Key.
Al principio el álbum, primera referencia del catálogo de Virgin, se lanzó el viernes 25 de mayo de 1973 y, de entrada, pasó relativamente desapercibido, con ventas moderadas.
Todo cambió cuando Richard Branson, sin consultarlo previamente con Oldfield, cedió la introducción para la banda sonora de El Exorcista. El tema se convirtió en un símbolo del terror cinematográfico y aumentó la visibilidad del álbum, disparando sus ventas hasta más de 15 millones de copias en todo el mundo, consolidando y permitiendo el crecimiento de la discográfica.
Este éxito con apenas 20 años y el cambio en su vida provocó en Mike una crisis de personalidad. Canceló entrevistas y desapareció del mundo hasta que se sometió a terapia para superar esos miedos.
A nivel artístico, lo que nunca pudo superar fue el impacto de Tubular Bells, aunque tiene discos notables, como Onmadawn, o Songs of Distance Earth, y grandes éxitos del pop como Moonlight Shadow.
Uno de los motivos por el que Mike abandonó Virgin fue la insistencia en que hiciera nuevas partes y versiones, a lo que siempre se negó.
Sin embargo, el disco tuvo varias secuelas más adelante: Tubular Bells II y Tubular Bells III, ambas editadas en 1992 y 1998, respectivamente por la discográfica WEA.
¿Quién entiende a los genios?
Linkedin: Rafael García-Purriños