Sábado, 06 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNMi viejo coche
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Ernest Berkhout

Mi viejo coche

 

Tengo un coche de gasolina desde el año 2003. Lo compré nuevo y reluciente, después de estudiar en mucha profundidad cual debería de comprar. No me equivoqué, porque allí sigue hasta hoy regalando kilómetros, para sumar a los 350.000 que lleva. Es un coche japonés, de transmisión manual, de 4 cilindros, 24 válvulas y admisión variable, lo que le da una línea roja en 7.000 vueltas. En tiempos pasados, he llegado en muy poco tiempo de Murcia a Granada, por ejemplo.

 

En el último año, me he dado cuenta de que hay que cambiar de coche. Hemos tenido problemas con las emisiones, la chapa está tocada (me dijo el pintor que no se salvaba ni un solo panel). No tiene bluetooth. Los elevalunas de atrás están rotas. Pero lo peor de todo es que cada dos por tres tenemos que ir a la gasolinera y echar ochenta euros de combustible.

 

Ha llegado la hora de mirar alternativas.

 

Una interpretación común de los verdes para dar respuesta a este problema solo sirve para empeorar la situación. Reza: compra un coche viejo, y úsalo poco. Se refiere, claro está, al análisis de ciclo de vida de la máquina. Sigue siendo menos gravoso para el medio ambiente usar el coche viejo, aunque emita muchos kilos de CO2, que tirarlo, porque termina con su vida útil y lo manda al desguace.

 

Una visita al continente africano nos ayuda a comprender que este argumento no tiene peso, porque los viejos coches que se entregan como parte del Plan Moves, desaparecerán de las calles de España, pero encontrarán una vida larga en las calles de Kinshasa o de Johannesburgo, donde la marca es conocida como un diamante, resistente a todo. Los coches viejos no se tiran, entran en un segundo ciclo de vida en países en vías de desarrollo. Donde seguramente harán otros 350.000 kilómetros.

 

Si cambiar de coche no significa terminar su vida útil, sino enviarlo a otra más productiva, ¿cuál es la mejor alternativa que tengo, como persona responsable en el segundo cuarto del siglo XXI?

 

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Considero que un motor diésel no es una alternativa, porque es absolutamente nocivo para el medioambiente, sobre todo en el casco urbano donde las partículas finas (PM10 y PM2.5) pueden penetrar profundamente en los pulmones y causar problemas respiratorios y cardiovasculares a nosotros y a nuestros hijos.

 

Un coche con motor de gasolina podría ser opción. Hoy en día, en vez de consumir 9 litros, como mi bólido de hace 22 años, consumen 6. Pero sigue siendo una tecnología estancada o en declive, del siglo pasado. Pronto, no podrás entrar a los ningún casco urbano con uno de estos coches.

 

Algunos me dicen híbrido porque consume poco y es silencioso. Hemos probado ejemplos, pero la batería suele ser minúscula, y al final, la energía la produce el motor de gasolina. Otro fósil.

 

Quizá lo mejor es el híbrido enchufable, porque ofrece la limpieza de uno eléctrico, pero tienes el motor por si tienes que ir a Madrid.

 

Debería de explicar que mi elección personal se define en gran parte por la existencia de unas placas solares en el tejado de nuestra casa. Sobre todo en verano, tenemos un excedente que se podría utilizar muy bien para la carga del supuesto coche nuevo.

 

Existen otras tecnologías y combustibles. Recientemente, una de las marcas japonesas ha avanzado en la tecnología potentísima de motores de hidrógeno. Son motores de combustión, pero en vez de inyectar gasolina, usan hidrógeno. Por el tubo de escape, sale vapor de agua, y una mínima cantidad de gases debido a la combustión a alta temperatura. Lo bueno es que suena a motor.

 

Mas allá de los motores de combustión interna de hidrógeno, están las pilas de combustible de hidrógeno, que producen electricidad como las baterías de un coche eléctrico, pero cuya electricidad se produce a partir del hidrógeno. Por el escape sale vapor de agua, libre de cualquier aditivo nocivo.

 

Estas tecnologías, aunque prometedoras cuando las promociona un gigante como Toyota, están aún en fase bastante inicial de desarrollo, es decir, están verdes, a la vez que lo son. Antes de que exista una red de distribución de hidrógeno en Europa, van a pasar varias décadas.

 

Lo que nos lleva inevitablemente al coche eléctrico. Las ventajas de limpieza en el contexto urbano, la potencia lineal de su funcionamiento y poderlo cargar con la luz de las placas fotovoltáicas, lo hacen una elección obvia. Para uso diario de 50, 100 o incluso 200 kilómetros diarios, vale enchufarlo. Totalmente gratis. Al estar toda la maquinaria rotativa, y no reciproca (es decir en paz y no en guerra) el mantenimiento es casi nulo, aparte de cambiar los neumáticos. Al haber freno motor eléctrico con recuperación de energía, los frenos simplemente no se usan, excepto en emergencias.

 

Con los cambios recientes en la política global, la elección de quien está al mando de la empresa que produce tu coche cobra una importancia desmesurada. Si el sistema Starlink se puede apagar haciendo unos clics en un mapa, lo mismo podría ocurrir con tu coche. Descartado. Mientras tanto, las marcas chinas inundan el mercado con coches altamente tecnológicos a un precio muy atractivo. Pero los datos que generan a través de sus sensores y sus cámaras van directamente a los jefes de mando del partido, por lo que también los debemos descartar.

 

En esta época en el que parece que no nos podemos fiar de nadie, hay que comprar lo que tenemos cerca. Coches eléctricos producidos en Europa por fabricantes de casa, los hay. Quizá hay que decantarse por uno alemán, o sueco. Polestar? A no, también pertenece a los chinos (Geely). Los alemanes quizá, pero ¡son muy caros!

 

Seguiré buscando hasta encontrar un coche del que esté tan seguro como cuando compré el viejo Honda que tanto placer y kilómetros nos ha dado.

 

Linkedin: Ernest Berkhout

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