La utopía de la felicidad
Hay una frase que escucho demasiado últimamente “aquí no venimos a ser felices, venimos a trabajar”.
Y cada vez que la oigo, me pregunto lo mismo: ¿De verdad crees que una persona infeliz va a dar lo mejor de sí? Porque si aún pensamos así… vamos tarde.
Muy tarde.
La ciencia ya lo ha dejado claro. Según el World Happiness Report 2024, las personas que se sienten felices en su trabajo son un 31% más productivas, tres veces más creativas y tienen 65% más energía en su día a día.
Además, un estudio de Gallup con más de 10 millones de empleados revela que la satisfacción laboral es uno de los mayores predictores de permanencia en la empresa.
En otras palabras: la felicidad no solo fideliza el talento. Lo multiplica.
Y sin embargo, seguimos confundiendo felicidad con distracción. O con fiestas de cumpleaños en la oficina. Y, no, no va de eso.
Pero entonces, ¿de qué va?
La verdad es que la felicidad en el trabajo no es euforia constante ni sonrisas forzadas. Es propósito. Es bienestar. Es sentirse parte de algo que importa. Es poder decir, sin miedo: “aquí me escuchan”, “aquí puedo crecer”, “aquí soy yo”.
Y eso, cuando ocurre, se nota en los resultados, en la cultura y en la energía que hay en los pasillos.
Hace unos meses, en una formación con mandos intermedios, un jefe de equipo me dijo algo que se me quedó clavado:
“Lucio, llevo años pidiendo más compromiso, pero nunca me había parado a pensar si ellos se sentían bien aquí”. Y llegó el silencio, porque a veces el silencio es la palabra más alta que puedes llegar a decir.
Y es que, a veces, pedimos implicación sin ofrecer escucha. Queremos que sean eficientes, pero no preguntamos si descansan. Exigimos resultados… en ambientes grises. ¿Y nos sorprendemos del silencio?
Pues bien, toca cambiar la perspectiva, hay que empezar a mirar diferente.
La felicidad, la que permanece, se puede resumir en 4 claves prácticas que he visto funcionar una y otra vez:
- Reconocimiento real: no es solo decir “buen trabajo”, sino reconocer el esfuerzo con intención. Que se note que te importa, no que lo dices por decir. No lo dices para quedar bien. Ya sabes que el ejemplo y la coherencia en liderazgo son factores clave para conseguir equipos comprometidos.
- Autonomía con acompañamiento: dejar espacio para decidir, pero estar cerca cuando se necesita apoyo. Como un buen entrenador: no juega, pero guía. No manda, pero influye.
- Relaciones humanas, no jerárquicas: equipos donde se puede hablar, reír, fallar, aprender. Donde hay confianza, no miedo.
- Sentido de propósito: conectar cada tarea con un “para qué”. Porque nadie se motiva solo por cumplir. Se motiva cuando siente que importa, cuando siente que aporta un valor a la organización. Sin un “para qué” no hay compromiso, y sin compromiso no hay resultados.
No es casualidad que las empresas con mejor clima interno sean también las más innovadoras y rentables. ¿Te viene algún ejemplo a la mente? Seguro que sí.
Piensa en cómo están trabajando la gestión de las personas de sus equipos y cómo los líderes están asumiendo su papel: el papel de guiar y transformar.
Estoy convencido que trabajan la experiencia de empleado (“employee experience” que dicen ahora) con el único objetivo de mejorar la vida de sus empleados.
También apuestan por el bienestar del trabajador: jornadas flexibles, formación continua y salarios por encima de la media del sector.
Menos rotación y más innovación. Y, llevado al final de la cadena, mejores resultados.
Porque sí, la felicidad también se ve en la cuenta de resultados. Felicidad responsable, no ingenua.
Sé lo que estás pensando. “Esto está muy bien, pero yo tengo objetivos, presión, resultados que dar…”
Claro. Y no se trata de convertir la oficina en un parque temático. Se trata de entender que una persona feliz no es menos profesional. Es más eficaz, más creativa y más leal. Y que cuando lideras desde la empatía, la gente no solo te sigue. Te respeta. Y se queda.
No es necesario establecer grandes políticas ni acciones revolucionarias. A veces, solo necesitamos volver a lo sencillo, a lo natural:
- Mira a tu equipo como personas, no como recursos. Pregunta cómo están, no solo qué han hecho.
- Celebra con ellos los avances, aunque sean pequeños. La motivación crece con el progreso visible.
- Cuida el ambiente: no necesitas grandes inversiones. A veces basta con permitir que la gente sea ella misma.
No es lo mismo dirigir que inspirar. No es lo mismo tener empleados que tener creyentes. Y no es lo mismo alcanzar resultados… que construir un lugar donde la gente quiera estar.
Porque al final del día, el verdadero éxito no es solo lo que logras, sino cómo se sienten los que te ayudan a lograrlo.
Porque hablar de felicidad no es debilidad. Es liderazgo de verdad.
La felicidad puede ser una utopía, pero como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano:
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”
Linkedin: Lucio Fernández