Lunes, 08 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
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Ernest Berkhout

Afritectura


La semana pasada estuve en Nigeria. Voy a menudo, por razones de trabajo y porque vive allí mi padre, que ya tiene 94 años. Lleva desde 1966 en el país, y es sólo durante este año que deja de ir a la oficina todos los días. África da energía.

 

Por lo general, cuando la gente de aquí piensa en África, visualizan leones, cebras, hipopótamos, gorilas, flamencos, y los paisajes del Serengueti. En su imaginación, la voz profunda del interlocutor describe con pausa calculada la lenta inevitabilidad de la vida en la naturaleza salvaje, del cazador y del cazado, de la sequía y de las lluvias repentinas, de una vida en la tierra que parece eterna, y que siempre ha sido así.

 

Pero cuando uno decide por fin ir a algún sitio en la África subsahariana, ya sea Lagos, Nairobi, Abijan, Kinshasa, Dar es Salaam o Johannesburgo, lo que asombra es la cantidad de personas que hay en esos lugares. La ciudad de Lagos destaca por ser la más exagerada de todas. Por razones de política y censo, su población oficial es de unos diez millones, pero la realidad es bien distinta. En Lagos hay ahora 22 millones de personas y cada día llegan mil más. No hay animales de ningún tipo en la calle, excepto gallinas, que andan libres, y las vacas y las cabras que llegan del norte para ser sacrificadas.

 

Si los animales que llegan a la ciudad se enfrentan a un futuro inseguro, lo mismo se puede decir de las personas. Llegan a un mundo hostil, a un lugar donde la clave es la supervivencia. Llegan desde los manglares del sur, desde la savanna del middle belt y desde el desierto del norte. Llegan con la promesa de una riqueza sin límites, como la de Aliko Dangote, el hombre más rico de África, o Mike Adenuga, y unos cuántos más, que viven una vida mediática de jets privados, fiestas sin fin, coches de lujo, y alta seguridad.

 

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Llama la atención que en la ciudad de Lagos se recicla todo, o casi todo. Las botellas de plástico vacías tienen un valor, y se ve a gente con bultos inmensos de estos residuos sobre sus cabezas, llevándolos al sitio donde se los compran. Los vehículos son en su mayoría de segunda mano, importados desde Europa y Estados Unidos, y encuentran una larga segunda vida en Nigeria. Los ordenadores de hace veinte años encuentran uso intensivo, y pasa lo mismo con los dispositivos móviles. No se tira nada.

 

Y ¿dónde vive esta multitud? Ahora mismo, a razón de diez por habitación, en colmenas humanas insalubres en los barrios alrededor de las lagunas que dieron su nombre a la ciudad. Y más allá, porque si miras el mapa verás que la ciudad de Lagos ocupa un territorio inmenso, comiéndole territorio a la naturaleza a un ritmo cada vez más acelerado.

 

Durante mi estancia tuve una reunión con un joven arquitecto nigeriano de nombre Kanyinsade, educado en Londres, que volvió a su país de nacimiento para mejorar las condiciones de su gente. Hablamos sobre la necesidad de generar un sistema de construcción modular que hiciera posible la adquisición de una vivienda a cualquier familia en la zona de la metrópolis, en unas condiciones dentro de los límites de lo posible. Hablamos de la dificultad de encontrar terreno para estas construcciones, generalmente de baja altura, con la falta de seguridad jurídica que hay en la ciudad. Hablamos de una posible arquitectura modular basada en los contenedores de 40 pies, y la imposibilidad de hacerlo económico y habitable. De otros sistemas de construcción basados en el uso de materiales localmente disponibles, como la madera. Hablamos de un ingeniero suizo que conocí, que vendía una planta para hacer paneles de hormigón prefabricados, pero que no fuimos capaces de encontrar el inversor adecuado. Hablamos del coste de la mano de obra, tan bajo que probablemente haga inviable sistemas de prefabricación para el futuro cercano, porque comprar bloques de hormigón y colocarlas uno encima del otro sigue siendo la manera más efectiva de construir en estas tierras.

 

Dar cobijo del calor tropical, de las lluvias incesantes del rainy season, en condiciones de salubridad, con saneamiento adecuado, recogida de residuos, suministro de agua y electricidad, a más de 20 millones de personas requiere un esfuerzo de ingenuidad, de optimismo, y sobre todo, un despliegue económico, que desafía la imaginación. Buscar una Afritectura que pueda ser desplegada de manera masiva, barata, de fácil construcción, y de materiales locales no es tarea fácil.

 

El arquitecto Kanyinsade se levantó de la mesa, nos dimos la mano, y concluimos que Lagos, como un ser vivo, ya encontraría por sí mismo el camino adecuado para su futuro desarrollo.

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